Colaboraciones en prensa

Polémica ha desatado el Premio Euskadi de Ensayo, otorgado a Joseba Sarrionandia. Pero la verdadera polémica es otra: por qué Sarrionandia no había conseguido aún el galardón.

Otra cosa es que el Gobierno vasco tenga razón en retener la cuantía del premio. Los que no entiendan esa decisión requieren un cursillo acelerado de cultura democrática. El poder público, el estado, es uno. No puede hacer abstracción de sus pronunciamientos. Una empresa con deudas públicas no contrata con la administración, y alguien que tiene cuentas pendientes con la justicia no va en taxi a Ajuria Enea, ni cobra de los contribuyentes. Pero una cosa es retener el premio y otra condenar su concesión, lo cual no tiene ningún sentido.

El premio a Sarrionandia ha sido un acto de justicia, de justicia literaria. Ningún escritor merece una calificación profesional por su conducta. Para eso hay otros juicios. Buena parte de la intelectualidad francesa durante la ocupación cayó en brazos del nazismo. Grandes escritores defendieron las atrocidades comunistas. Por cierto, muy premiados autores españoles ejercieron la traición y la delación en la dictadura de Franco. Pero nada de todo esto tiene que ver con su escritura.

El titular de prensa, reimpreso hasta la saciedad, de que "El Gobierno vasco premia a un etarra fugado" es una verdad parcial. Y la verdad parcial es la peor de las mentiras. Lo que ha hecho el Gobierno vasco es premiar a un escritor grande, de trayectoria larga, fecunda y contrastada. Pero la incapacidad de algunos políticos para digerir esta evidencia ha llegado a extremos estalinistas. Para criticar la "injustificable" decisión del Gobierno, se ha defendido una radical subordinación de la cultura a la política, se ha declarado con desvergüenza que la cultura sirve para que el político refuerce sus mensajes ideológicos. Pues no, la función de un premio literario no es dar cobertura a ninguna ideología. Da bochorno puntualizar esta obviedad. Aunque quizá es necesario porque entre tanto demócrata entusiasta hay mucho comunista arrepentido.

Prueba la estupidez de esta polémica que, tras premiar a dos escritores extraordinarios, Iñaki Uriarte y Joseba Sarrionandia, de uno de ellos ni siquiera se da noticia y de otro la noticia nada tiene que ver con su trabajo. A algunos publicistas les escandaliza que Sarrionandia sea premiado. A otros nos escandaliza que a ellos les importe un bledo la literatura de Sarrionandia, la literatura de Uriarte y la literatura misma.

La feliz liquidación de ETA va a tener consecuencias insospechadas. Eso implica a la izquierda abertzale y también a los demás. Los terroristas, sus métodos y su visión moral van a salir perdiendo, pero también los presupuestos de quienes viven emocionalmente, económicamente o intelectualmente de la violencia. La paz va a ser con ellos más cruel de lo que ni siquiera aciertan a imaginar.

Aparecido el 8 de octubre en la edición vasca de El País.

Nació hace unas semanas la habitante número siete mil millones de la tierra. El nacimiento se situó en Filipinas, en la figura de una niña: Danica May Camacho. Ya sabemos que, con las hechuras de nuestro mundo, es difícil determinar con exactitud quién nació antes que quién, y que esa elección tiene mucho de convencional. Pero es precisamente su dimensión "simbólica" la que considero interesante. Que el ser humano siete mil millones sea una niña asiática contiene, a mi juicio, mucho sentido y mucha acción de futuro. No significa plegarse a una simple lógica demográfica sino, al contrario, rebelarse contra otras "lógicas" o contra ciertas maneras de mirar hacia esa parte del mundo que hoy, por el dinamismo de su crecimiento económico, tanto nos atrae. Como si ese nacimiento nos recordara que no tenemos que perder de vista que la situación de las mujeres, el estado de la condición femenina, indica el nivel de desarrollo de una sociedad; es el más fiable patrón de medir su riqueza. Que, independientemente de los datos de crecimiento o de los volúmenes de PIB, no hay progreso si las mujeres no progresan, no hay calidad de vida que no las incluya.

Y lo que vale para el Extremo Oriente vale igual para Occidente. Aquí también la situación de las mujeres, el estado de su condición, constituye un impresionante, un infalible líquido de revelar la fotografía real de nuestra sociedad. Y vamos a cerrar un año más sabiendo que la precariedad y la pobreza son, también entre nosotros, esencialmente femeninas. Sabiendo que las mujeres ganan mucho menos (en torno a un cuarto menos) que los hombres por el mismo trabajo. Y que el machismo no está, ni de lejos, en las últimas. Vamos a cerrar el 2011, lamentable, trágicamente, con 63 (esperemos que la cifra no se mueva ya) asesinadas por violencia de género, es decir, constatando que el ritmo de una muerta cada cinco días permanece inalterado.

Mañana, 20 de diciembre, el Consejo de Gobierno dará luz verde al Observatorio vasco de Violencia de Género que empezará a funcionar en 2012. Bienvenidas sean las iniciativas para atajar esa lacra social. Bienvenidos sean los incrementos de medios policiales y judiciales para combatirla. Pero, por muchos recursos que se destinen a esa tarea, nunca serán suficientes si se concentran en la desembocadura del problema, en las inmediaciones de un machismo ya instalado; de una violencia ya latente. El sexismo se ataca de raíz, en su mismo principio; o, por seguir con la imagen inicial, desde la cuna. Una reciente campaña de la Consejería de Interior recordaba lo fundamental: que la violencia de género se ejerce a menudo delante de los niños; que los niños al tiempo que la sufren, la interiorizan. Que la violencia se enseña. Bienvenido sea el nuevo Observatorio pero ojalá su observación sea de raíz, de "cuna". Ojalá se sitúe en el antes, a la altura de la fuente misma del sexismo, cuanto todo es aún posible, remediable.

Artículo aparecido en la edición vasca de El País.

Una encuesta realizada en Euskadi unos días después del 20-N revelaba que la mayoría de los consultados pensaba que la fuerza más votada había sido Amaiur y no, como ha sucedido, el PNV. Creo que es importante interrogarse sobre el cómo y el porqué se ha producido en la opinión pública esa errónea impresión y sobre qué otras falsas impresiones pueden estar igualmente instalándose en la ciudadanía. Tiendo a conectar esta confusión, en concreto, con la extraordinaria presencia publico-mediática de la izquierda abertzale; con la atención que concentra cualquiera de sus gestos. Y tampoco creo que estaría de más preguntarse por las razones, políticas, sociales y hasta emocionales de semejante dedicación, y naturalmente por sus repercusiones. La técnica fotográfica nos enseña que la sobreexposición no contribuye a la calidad de la imagen, sino al contrario; que los contornos se pierden, los rasgos fundamentales se difuminan, los contrastes desaparecen; que el resultado pierde mucha claridad, nitidez, "verdad", en definitiva, de lo representado. Me parece evidente que en el seno de nuestro debate público demasiados focos están orientados hacia la izquierda abertzale y que su imagen real se ve, debido a esa sobreexposición, profundamente alterada: con partes borradas o difuminadas, perfiles sin contraste; con elementos que deberían ocupar el primer plano que de repente aparecen relegados o disueltos en una especie de plano general, donde ya no se distinguen singularidades.

Y esta parece ser la estrategia fundamental de la izquierda abertzale en este inicio de la etapa posETA: construir primero e instalar después, en la opinión pública y en la memoria, una fotografía de lo sucedido en estos años, hecha equivalencias y generalizaciones; una imagen no de plano corto, sino de plano general, esto es, donde no pueden apreciarse con nitidez ni detalle, las actitudes, posturas y consiguientes responsabilidades de cada cual. En todos los pasos que da la izquierda abertzale se aprecia esa estrategia de llevarlo todo al terreno de la equivalencia y la equidistancia; en su reciente reconocimiento, por ejemplo, del dolor y el sufrimiento que "las múltiples violencias han producido en Euskal Herria", en su muestra de pesar por las víctimas "provocadas tanto por la violencia de ETA como por las estrategias represivas y de guerra sucia de los Estados español y francés".

Considero inaceptable esa presentación de plano de conjunto, de responsabilidades indiscernibles, de víctimas y victimarios confundidos que la izquierda abertzalepretende; inaceptable esa imagen quemada donde ya no se distinguen los rasgos y los perfiles de nada. Creo que la memoria sólo se construye fiable, sosteniblemente, sobre el fundamento de imágenes nítidas, capaces de revelar todos los signos, hasta el último detalle. Y que convendría por ello, en eso y en todo, evitar las sobreexposiciones cegadoras. Feliz 2012.

Artículo aparecido en El País.

 

 

En una maravillosa escena de Atrapa la vida de Nadine Gordimer, una mujer habla de su hijo que acaba de recibir contra el cáncer que padece un tratamiento que durante un tiempo va a volverle radioactivo, es decir, peligroso para las personas que se acerquen a él. Ella aborda esa situación más que delicada y piensa que "sólo los japoneses, quizá, serían capaces de comprenderla". He comenzado diciendo que me parecía una escena maravillosa, y es esencialmente porque conecta a ese personaje que sufre intensa, íntimamente, con los demás, con el resto mundo. Un mundo visto como una fuente de apoyo pero también de responsabilidad. Esa mujer piensa, cree, que en la otra punta de la tierra existe quien puede comprender su sufrimiento y de ese modo aliviarlo; o lo que es lo mismo, que un ser humano nunca está del todo solo en su dolor. Lo que nos obliga, incluso en las peores circunstancias, las que más invitan al ensimismamiento, a pensar en los demás, a responsabilizarse por la suerte de otro.

No están de moda las representaciones de confianza en lo humano, o si prefiere, las convicciones declaradas de humanismo. Al parecer resulta más rentable (habría que analizar con lupa, nanoprecisamente, para quién) retratar a la humanidad en ruinas: exhibir y jalear indiferencias, necedades, envidias o mezquindades varias (basta con ver, si se aguanta, algunas programaciones televisivas privadas y públicas). Y sin embargo, si algo ha demostrado el ser humano a lo largo de su tormentosa historia es su capacidad de réplica. Su voluntad y su talento para poner un no frente a un sí intolerable; o al contrario, para afirmar allí donde toda invitaba a la negación.

Lo que está sucediendo en este momento en Japón tiene la envergadura para convertirse en una referencia de la Historia, en uno de esos hitos que son cambios de rumbo. El debate energético y el climático, por ejemplo, van a necesitar replantearse con una nueva, novísima, exigencia y transparencia en los términos. Pero creo que su impacto fundamental se marcará en la experiencia de lo humano. Las imágenes de las explosiones y de las olas negras van a pasar (ya se ha encargado el sensacionalismo mediático de hacer que en lo visual todo se gaste o banalice pronto), lo que quedará es la magnitud de la tragedia y de la enseñanza que encierra; la lección de humanidad, quiero decir, que están dando los japoneses. Les veo respetando las reglas, respetándose en medio de semejante espanto, y me digo que llevan merecidamente su nombre de "sol naciente". Que no están en un ocaso, a pesar de los indicadores, sino en un alba. Porque cuando a lo humano se le mueve el terreno pero no la sustancia, siempre sale adelante. Nadine Gordimer nos dice que cualquier habitante del mundo es en todo momento un japonés. Lo creo y lo deseo. Espero que su lección solar se eleve sobre la infinidad de ruinas de lo humano que nuestras sociedades representan complacidas o resignadas.

Artículo de Luisa Etxenike aparecido ayer en la edición vasca de El País.

Me siento menos que una colilla, no, menos que la lluvia de ceniza que salpicaba el traje de don Antonio Machado cuando componía versos mientras sacudía el cigarro sobre su hombro, mucho menos que un cenicero sucio y muchísimo menos que el cigarrillo olvidado con restos de carmín, sugerente y voluptuoso.

Y es que, a cuenta de la Ley Antitabaco, el Ministerio de Sanidad y la Consejería de Sanidad del Gobierno vasco se están haciendo un lío en su afán de prohibir fumar en las sociedades gastronómicas. Y ¿saben qué pasa?, pues que soy mujer y jamás vi en nuestras autoridades un talante así de empeñadito para prohibir la exclusión de las mujeres en esas mismas sociedades, y, la verdad, esta constatación me ha resultado muy inquietante. Y es que aún recuerdo a Pilar Miró, que al recibir el Tambor de Oro, máximo galardón donostiarra, no pudo celebrar el evento, como era tradición, en la Sociedad Gaztelubide, porque tenía prohibida la entrada.

Pero a lo que iba, el hecho es que, a día de hoy, ejercer el mando hasta el absurdo en el tema del tabaco se ha convertido en el asunto estrella del Gobierno, muy por encima de los grandes males que padecemos. Y así, como si no tuviéramos bastante con el deprimente espectáculo que nos ofrece, un día sí y otro también, la clase política, como si las noticias de robos y tropelías de nuestros dirigentes no fueran suficientes para quitar las ganas de votar al más entusiasta de los votantes, como si el aumento del índice del paro no fuera de tal enjundia que llevase a convocar un gabinete de crisis que no se levantase de la silla hasta dar con la solución, va y ahora nos enteramos de que la respuesta del Gobierno a la escalada del precio del petróleo, tras la situación que atraviesa Libia, va a ser rebajar el límite de velocidad en las autopistas, como ven una medida de gran calado que incide en el corazón del problema.

Pues miren, yo, y que me perdonen porque puedo resultar faltona, no sé si esos señores y señoras que nos gobiernan son tontos de remate o están afectados por algún síndrome extraño que gusta de hacer sus nidos en la clase política. Sin entrar en la bondad o no de la Ley Antitabaco, el tema chirría bastante teniendo en cuenta que el producto, que prohíben consumir en establecimientos públicos de titularidad privada, es un producto legal del que el propio Gobierno obtiene pingües beneficios. Por otro lado, en mi humilde opinión, el 'parche Sor Virginia' recetado para el ahorro de gasolina se presta al chiste fácil, mofa, befa y cuchufleta. Está claro que vamos a ahorrar en la comida del canario y que la medida no ahonda en absoluto en la realización de un proyecto que efectivamente resuelva el problema energético a largo plazo. En fin, que, entre unas cosas y otras, nos tienen contentos, al menos a mí.

Artículo de Mila Beldarrain aparecido hoy en la sección de Opinión de El Correo.