Colaboraciones en prensa

La intervención de Julian Assange desde el balcón de la Embajada de Ecuador en Londres y sus repercusiones en el debate político y diplomático internacional creo que merecen abordarse y analizarse interrogativamente. ¿A alguien que se encuentra en la situación de tener que comparecer ante la Justicia de un país democrático para responder, desde un estatuto reconocido de presunto inocente, de unos cargos de Derecho común que están recogidos en un Código Penal; a una persona en esa situación puede aplicársele propiamente la condición formal, o incluso verbal, de asilado político? ¿Qué término reservamos entonces para quienes tienen que escapar de regímenes probadamente totalitarios porque allí son perseguidos por actos o dichos que no figuran en los Códigos Penales de ninguna democracia (a diferencia de delitos como el abuso sexual o la violación, que sí están en todos)? ¿No supone poner en riesgo considerable la coherencia democrática y de las relaciones internacionales, el descolocar y desnaturalizar un concepto tan fundamental como el asilo político aplicándolo a casos como el primero citado?

¿No habría que aprovechar el enorme interés que está suscitando el caso Assange para centrar precisamente algunos debates. Entre ellos y de manera prioritaria, porque, aunque a estas alturas ya casi no lo parece, de eso se trata en este asunto, el de la violencia sexual contra las mujeres? ¿No habría que abordar la multiplicación de escándalos sexuales, abusos, violaciones contra mujeres que implican ahora mismo a hombres poderosos y/o famosos? ¿No es significativa la manera en que estos asuntos se presentan últimamente ante la opinión pública; ese situar enseguida en un segundo plano las agresiones sexuales en sí, para colocar en primerísimo otras consideraciones que diluyen o trastornan la lógica de las responsabilidades? O por preguntarlo de otro modo: ¿no se está convirtiendo en una tipología de defensa, en estos casos, el transformar al presunto autor de un delito de violencia sexual, en una víctima de otra cosa: persecución, conspiración, censura políticas? ¿No es acaso la libertad sexual de las mujeres un ingrediente básico de la libertad sin más, es decir, un fundamento de la condición democrática? Y entonces, ¿no constituye otra temeridad política y social relegarla al arcén o al trastero de los debates públicos, sobre todo cuando esos debates se implican, como ahora, en asuntos tan serios como la libertad de expresión?

¿Y no habría que aprovechar este momento para reparar el concepto mismo de libertad de expresión, que debe de estar bastante averiado cuando se utiliza para atacar o poner en duda las garantías y los tribunales de las democracias más consolidadas, y no para cuestionar Gobiernos o regímenes que dejan, en materia de derechos y libertades ciudadanas, mucho que desear? ¿Más que averiado cuando, en nombre de la transparencia, extiende las cortinas de humo?

Artículo aparecido en la edición vasca de El País.

Paseo por los cafés literarios de París. Los principales -La Closerie des Lilas, Les Deux Magots y Flore- se encuentran situados en el distrito 6 de la ciudad y empezaron a cobijar talentos en el siglo XIX. El visitante sabe que ahí se guarda la memoria de una bohemia creativa. La Closerie des Lilas, ahora transfomado en restaurante y piano-bar, era el sitio en que se reunían los escritores naturalistas como Zola, los simbolistas de Baudelaire, los solitarios de Apollinaire. Fue también el lugar donde Jarry disparó a un espejo y Lenin preparó estrategias revolucionarias en partidas de ajedrez que disputaba contra el poeta Paul Fort. Sentado en el extremo ideológico opuesto, Pound compuso parte de sus Cantos. Pronto llegarían los surrealistas de Breton y la vanguardia pictórica. Después lo frecuentaron Beckett, Ionesco y los compañeros de su teatro del absurdo y los bebedores americanos escasamente santos (Fitzgerald, Hemingway). Los consumidores buscan en las mesas de madera los nombres de los artistas escritos en placas metálicas.
Los otros dos cafés están unidos por una decena de pasos. A Les Deux Magots acudían, con sus tormentas visionarias, Rimbaud, Verlaine y Mallarmé. Queneau, Leiris y Bataille se citaban en el Café de Flore, que tuvo dos clientes casi inamovibles, Beauvoir y Sartre, quienes durante décadas apenas pasaban unas horas diarias en su propio domicilio. Trabajaron, comieron, conspiraron entre ruidos populares y calefacción gratuita. Los tres recintos son instituciones que otorgan anualmente sus premios de literatura. Y nunca falta el turista silencioso que celebra algún homenaje con la lectura de unas páginas en las penumbras interiores.

 

Artículo publicado el pasado 8 de febrero en El Cultural.

Al creador le cuesta que su arte no esté oscurecido por la sombra de un padre prestigioso. Lo pienso sentado a una mesa de Blue Note, el club neoyorquino donde McCoy Tyner actúa en compañía de buenos músicos. También él fue ahijado prudente del huracán John Coltrane. Tyner es ahora un hombre susurrador que se mueve de manera cansina. Pero cuando toca el piano lo vemos sobrado de intensidad. Beethoven negro, mezcla con pericia la sutileza de unas notas de paso y la violencia de los acordes. En el centro del escenario, pero libre de la obligación de ser protagonista, Gary Bartz airea feliz los abismos de la música. Da la impresión de que sólo sufre si recuerda las huellas de su líder ausente: Miles Davis. El reto artístico lo asume Ravi Coltrane, hijo del antiguo patrón de Tyner. A pesar de haber publicado media docena de discos meritorios, interioriza una doble exigencia: la íntima del compositor e instrumentista, y la que nace de la desconfianza de los críticos y espectadores. El público acude siempre con una lupa auditiva para escuchar a los descendientes de las estrellas musicales. Porque casi todos los herederos son sospechosos, el especialista los juzga con su ficha policial. Esos jóvenes deben caminar en una larga avenida de puertas giratorias que continuamente se abren y cierran. Por eso, mientras sopla y sopla en el saxo tenor, Ravi Coltrane empieza la mayoría de los compases curvando el cuerpo y doblando ligeramente las rodillas. Ensaya genuflexiones ante el fantasma de su padre.

Artículo aparecido el 9 de marzo en El Cultural.

Artículo de Luisa Etxenike aparecido en la edición para el País Vasco de El País y titulado 'Revolución en la plaza':

"Lo sucedido en estas últimas semanas, primero en Túnez y luego en Egipto -y la ola se está extendiendo a otras zonas- está concentrando no sólo la atención sino también la emoción de buena parte del mundo. Y es que presenciar en directo cómo dictaduras, arraigadas en esos países desde hace décadas, se desmoronan en unos días por la pura presión de la gente en la calle; o por un empuje desarmado, tejido en el contagio de las redes sociales, en torno a una aspiración de libertad y justicia social; constituye un acontecimiento que trasciende lo político, diría incluso que lo histórico, que evoca algo más. Algo que se sitúa en el territorio de lo que Borumil Hrabal llamaba la "eternidad de lo humano". Porque ¿hay algo más humano que juntarse para querer vivir mejor?

Estamos en el nacimiento de estas nuevas revoluciones -en más de un sentido auténticas revoluciones tecnológicas-, esperemos que puedan alcanzar la madurez; que lo que ha surgido en la espontaneidad social, en el mestizaje y la suma, no acabe ahora devorado por una premeditación política de divisiones y restas; que lo que ha guiado la libertad no lo dirijan ahora sus oponentes. No será fácil la consolidación democrática, pero tampoco parece imposible. Al contrario, hay argumentos para alentar el optimismo. Y quizá el más rotundo sea para mí el que representa el "ejército" de voluntarios que, al día siguiente de la caída de Mubarak, se formó en El Cairo para limpiar la plaza Tahrir y sus alrededores. Miles de personas, de todas las edades, hombres y mujeres, que, sin conocerse, de manera espontánea, se ponen juntas a barrer, fregar, recoger mantas, retirar escombros y basura, pintar o recolocar adoquines, es decir, que se ponen a la común tarea de dejar como nuevo, para todos, el espacio de todos, constituyen más que argumentos, cimientos para la confianza. Su gesto -que además las nuevas tecnologías nos han permitido seguir en vivo y al detalle- expresa tanta responsabilidad hacia los demás, tanto respeto por lo colectivo, tanta madurez pública que no puedes sino verlo como un excelente augurio democrático, como el perfecto prólogo de un final feliz. Ese gesto a mí me ahuyenta la preocupación.

En realidad me la deslocaliza; me saca la preocupación de allí y me la acerca. Porque si limpiar la plaza pública es un signo inequívoco de madurez social, es decir, un cimiento democrático, ¿qué significa mancharla? ¿Qué sentido hay que darle, qué augurio atribuirle a la suciedad por nuestras calles que sólo remedian los servicios públicos? ¿Cómo hay que considerar las botellas y vasos por el suelo, los orines en cualquier parte, los papeles y envoltorios infinitos que nos encontramos en horario adulto o infantil, después de una fiesta o después de nada o de sólo una actividad o un juego corrientes? ¿Cómo hay que tomárselo? Creo que muy en serio, como la necesidad urgente aquí de una actualización, revolución democrática en la plaza.

Donostia Sí. Porque Donostia no sólo mira al mar, mira también a su ciudadanía y la hace partícipe de un proyecto de convivencia en que la Cultura es el hilo conductor. San Sebastián Bai. Porque la ciudad no se repliega sobre sí misma, sino que se expande como las olas de nuestro Cantábrico. Porque no se ha tratado de ofertar actos culturales prefabricados sino de generar Arte a partir de la imaginación cívica. Porque la europeidad y la pluralidad de San Sebastián no son solamente una quincena festiva sino un sentimiento, que se cultiva día a día. Porque el 20 de enero de 2016 niñas y niños de toda Europa redoblarán sus tambores llamando la atención de la actual generación, que en el viejo continente debe procurarles un futuro de esperanza y justicia. Porque las/os donostiarras llevamos mucho tiempo haciendo de la innovación y la interconexión nuestra bandera, incluso lejos de nuestra tierra o, si acaso, más cuando vivimos fuera de nuestra querida ciudad. Porque transformar la sociedad desde la Cultura significa poner en valor a las personas, a todas, y no sólo a las que detentan el poder económico o político. Porque si últimamente la calle ha sido tomada por la indignación, ahora lo va a ser por el compromiso con la verdad, la reconciliación y el conocimiento. Porque las aportaciones importan y el propiciar encuentros, donde se entrelacen disciplinas diversas y, éstas converjan, es apostar por la imaginación y no por la imposición. Porque nos interesa una Cultura de la Sostenibilidad y no de la vacuidad. Porque vi nacer la Poesía en el Peine de los Vientos, la Pintura en San Telmo, la Gastronomía en Fermín Calbetón, el Cine en el Rompeolas, la Escultura en Ondarreta, la Danza en el Boulevard, el Teatro en el Bellas Artes, la Música en la Plaza de la Trinidad…etc. Porque San Sebastián está preparada para dar vida y construirá las emociones del futuro. Porque Donostia se ha atrevido a soñar. Porque mira fijamente los ojos de la Paz. Porque enamora: San Sebastián-Donostia 2016 Capital Europea de la Cultura de la Convivencia.

Artículo para el diario Noticias de Navarra.