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De niña crecí con los libros de Borita Casas, creadora de “Antoñita la Fantástica”, una niña madrileña perteneciente a la clase media, salada, simpática e imaginativa, que me deleitaba con sus historias mezcladas coningredientes cotidianos y fantásticos. Luego oí hablar de Elena Fortún, escritora que se hizo popular en los años treinta dentro las páginas de“Gente menuda”, suplemento infantil de la revista “Blanco y negro”, con las aventuras de Celia, una niña, que quería ser escritora, criada en el seno de una familia madrileña de la burguesía.

Por lógica y cronología pensé que Antoñita vendría a ser como la sucesora de Celia y, aunque en los años cincuenta y sesenta los libros de Celia ya no se editaban, conseguí algunos de ellos, descubriendo que ambos personajes no tenían mucho o más bien nada en común. Me di cuenta de que Antoñita representaba a la niña “moderna” y graciosa pero que no se salía de los límites trazados por su condición social, tratándose las suyas de historias amables y divertidas salpicadas de risas o, como poco, sonrisas.

Celia, sin embargo, a través de sus numerosos libros, se destacó como una niña traviesa, rebelde y trasgresora, una niña que intentaba salvar los obstáculos y contrariedades dentro de sus peripecias con peculiar sentido del humor. A partir de “Celia madrecita” en la que se ve obligada a ejercerde madre para cuidar a sus hermanos a causa del fallecimiento de suprogenitora, el asunto empieza a ponerse serio y, más tarde, a la par que personaje crece en edad y estatura, los acontecimientos se van precipitando hasta el estallido de la Guerra Civil española, que Elena Fortún refleja con doloroso realismo cargado de emoción, en “Celia en la revolución”.

“Celia en la revolución”, editado tardíamente en los ochenta debido a la censura, causó gran impacto y fue un éxito de ventas agotándose todas sus ediciones. En él Celia, ya adolescente y en un Madrid sitiado por las bombas y los rebeldes fascistas, es testigo de una serie de hechos trágicos y luctuosos, siendo ella misma víctima de terribles penurias, hasta que consigue escapar del horror de la guerra embarcando rumbo a Argentina.

También como Celia Elena, Fortún tuvo que exiliarse a Argentina, y ya instalada en Buenos Aires, continuó escribiendo sobre su personaje. En “Celia institutriz en América”, la vemos convertida en una joven responsable y valiente que trata de desenvolverse en medio de gentes y costumbres que no comprende dentro de un inmenso territorio que desconoce. Finalmente con “Celia se casa”, Fortún cierra el ciclo de aquella niña que nació en 1928 y que fue tremendamente popular durante los años de la república.

“Oculto sendero” novela inédita y testamento literario de la escritora que falleció en 1952, acaba de salir a la luz gracias a la Editorial Renacimiento, de Sevilla dentro de la “Biblioteca Elena Fortún”, perfecta y magníficamente prologada por María Jesús Fraga y Nuria Capdevilla Argüelles. Elena Fortún escribe esta autobiografía novelada durante su exilio, qué firmó con el seudónimo de Rosa María Castaños. La protagonista es María Luisa Arroyo, pintora y antes niña que quería vestirse de marinero, alter-ego de la autora. Tras una infancia conflictiva, escrita al más puro estilo Fortún, en la que es continuamente tachada de torpe y marimacho, y una adolescencia y primera juventud desdichada, amanos de una madre autoritaria con fuertes convicciones católicas, que solo desea para su hija un matrimonio ventajoso, María Luisa acabará casándose con Jorge, su antiguo profesor de dibujo, en el que ve una salida y también una suerte de liberación, a pesar de ser ella contraria al matrimonio. La unión resulta frustrante y penosa, ya que Jorge, artista mediocre y sin carácter, se dedica a reprimir y amputar los sueños de realización de su esposa a través de la pintura, convencido de que la mujer debe de dedicarse únicamente al hogar y a “sus labores”.

A partir del traslado de la pareja a las islas Canarias a raiz de la traumática muerte de su hija María José, comienza para la protagonista el camino de su verdadera vida, la emancipación económica por medio de la pintura, el descubrimiento del amor carnal y el sendero hacia el entendimiento de su homosexualidad, un sendero que avanza paralelo al conocimiento y la realización de su potencial artístico e intelectual. María Luisa Arroyo se irá reafirmando en su condición, dejando atrás los dictados de la mujer femenina y convencional para adentrarse en la modernidad inevitable almismo tiempo que desgarradora. Ambientada en la España anterior a 1936, “Oculto sendero”, es una novela admirable que ofrece un retrato singular, único y necesario de la lucha y la realización de una mujer excepcional que contó con infinidad de seguidoras y que influyó notablemente en escritoras de prestigio como Carmen Laforet y Carmen Martín Gaite. Ésta última adaptó en los años ochenta una serie de guiones de “Las aventuras de Celia” para el cine y televisión.

 

La mancha perfectaLa escritora Eli Tolaretxipi ha traducido para la editorial Trea los poemas de Menna Elfyn, una de las autoras en lengua galesa con mayor proyección internacional. Titulado La mancha perfecta (Perffaith Nam - Perfect Blemish), la traducción está basada en las versiones al inglés vertidas por la propia poeta. En castellano la editorial Bassarai publicó en su día El ángel de la celda.


Cuatro poemas de 'La mancha perfecta'

Traducción de Eli Tolaretxipi

limpiar la capilla

(para Eifion Powell)
Los celtas eran gente limpia –
en aquellos tiempos algunos aspirantes a santo
recurrieron a la arpillera y a las cenizas
pero los galeses eran una raza aseada:
se desnudaban
para lavarse, purificarse y cantar
en baños a los que llamaban capillas.
Para ellos el Espíritu era el espíritu de la limpieza
una limpiadora armada con un trapo,
cada mota de polvo era perseguida y desterrada,
los tubos del órgano aspiraban el mal
no había un solo brillo en los ojos
ni arriba en el tejado.
Lo de mi pueblo no eran alabanzas
más bien despojaron las capillas de todo adorno
y hasta es posible que sintieran, en mitad de una oración,
un chorro de algo, una corriente de aire cálido
que puliera sus pecados.
Y el asiento de atrás, al que llamábamos «el barco»
era un jacuzzi que nos daba en usufructo una nueva vida.
Mientras nos dirigíamos a casa, limpios, impecables,
quizá oíamos cómo se reían las ventanas,
veíamos cómo sudaban los bancos de la iglesia su barniz brillante.

COMO decía Erasmo de Rotterdam, en un tiempo de crisis en Europa, "es justo alabarse a sí mismo cuando uno no tiene nadie que lo alabe, por eso me elogio hoy, pues me lo merezco". Y añadimos: soy la estupidez, la necedad, la locura, y soy lo mejor que hay en este mundo. Es habitual que las personas que conocemos se enorgullezcan de las profundas injusticias del capitalismo, de sus dioses, las agencias de calificación, y de sus verdugos, los bancos. Hay felicidad en las nuevas catedrales de la Bolsa donde, según la vela que se encienda a los dioses de la información privilegiada, es posible robar, especular, ganar dinero virtual en algo más que un puro juego de Monopoly, mientras que la gente real lo gana con el sudor de su frente. Como nada se escapa ya a los ojos vigilantes de los mercados es de natural complacencia alegrarse porque como las personas ahora han aumentado su protección sanitaria viven más tiempo y hacen propaganda de que por eso precisamente se ha aumentado la vida laboral. Además, el dinero que se ha acumulado para aumentar el nivel sanitario ahora se va a destinar a otras preocupaciones más vitales como el aumento en gastos de telefonía móvil, seguridad-seguridad, encarecimiento de viajes a paraísos fiscales, informes varios a agencias inexistentes, y no va a importar que se alargue la vida laboral de quien no tiene garantías de que en ese tiempo se proteja su salud, ni sus prestaciones de enfermedad, ni las ausencias del trabajo, ni cobrar el paro, porque es muy fácil expulsar a alguien de un trabajo. ¿Cómo se va a poder llegar hasta el final de una larga vida laboral si no se protege la salud?

Ha habido muchas personas luchando durante siglos para obtener mayor dignidad humana, para que se aceptase de una vez que una persona es una persona, y no un objeto que se puede cambiar o se puede llevar a reciclaje, o al basurero del olvido más cercano. Pero estamos en el siglo XXI. Aquí la posmodernidad exige sacrificios humanos, como en la antigüedad. Que sí, que hay que volver a los primeros tiempos, cuando se hacían sacrificios humanos a los dioses para que fuesen benevolentes. Se ofrecía al hijo primogénito del rey si era necesario. Eso siguen queriendo los dioses, sacrificios humanos, muchos sacrificios, pero no del hijo del rey, sino de la mayor parte de la población. ¿Por qué se quejan esos que se encuentran en el paro, con el único abrigo de una familia que cada vez tiene más problemas de subsistencia? Pues sepan que se quejan de vicio, dos terceras partes de la humanidad tienen problemas para subsistir y callan. No pasa nada. Más hambre debía haber, así se quejarían con razón, lo demás es puro vicio.

Eso de estudiar una carrera, idiomas, dominar la informática, ha sido una diversión para la etapa adolescente. La vida real, adulta, que comienza con una estabilidad económica, entre los 38 y 40 años, va por otras rutas. Aguantar muchas horas en la fiesta, ver partidos de infarto… es lo que importa. Así ganamos el mundo, y presumimos de grandes deportistas, aunque con sus dineros en paraísos fiscales. Y si la cosa es tan sencilla Francia y Alemania se encargarán de enviar armas a Grecia para que mantenga más de cien mil soldados con un armamento que se les acaba de vender, con un dinero que después se les va a pedir, a medio perdonar, a humillar, pero con muchos intereses… Francia ha vendido hace poco tiempo fragatas y helicópteros de combate por tres mil millones de euros a Grecia, y Alemania seis submarinos por mil millones. Les prestan dinero para que compren armas Los dioses griegos saben mejor que nadie que, hoy en día, es Plutón el que manda, y la plutocracia el único sistema posible de gobierno.

Porque como decía el gran Erasmo, "aquí no hay más dios que Plutón -dios de la riqueza-, supremo dios… que con un solo gesto suyo, hoy como en otro tiempo, se trastornan desde sus cimientos todas las cosas sagradas y profanas. Por su arbitrio se rigen la guerra, la paz, los imperios, los consejos, los juicios, los comicios, los matrimonios, los pactos, las alianzas, las leyes, las artes, lo cómico, lo serio… me falta el aliento… en suma, todos los negocios públicos y privados de los mortales. Sin su ayuda, el pueblo entero… los mismos dioses mayores no existirían, o por lo menos no podrían comer caliente". El problema es que cada vez son menos los bendecidos por ese dios. Alabémonos, hermanos, a nosotros mismos, porque ya no tenemos a nadie que nos alabe.

Artículo aparecido el 1 de marzo en Deia.

Enrique Arias Beaskoetxea comparte con todos los lectores su poemario "La memoria del humo".

Sinopsis

El poemario surge de una vieja canción de Charles Aznavour en la que se pregunta qué me queda, de haberte amado (Que me reste-t-il, de t'avoir aimé). Queda la voz, los dedos, la piel, el miedo, etc. dice la canción.

Para poder responder a esa pregunta hay que dejar que pase el tiempo, haya desaparecido el amor y el desamor, que no es más que prolongación del amor en forma de dolor.

Una vez pasado el tiempo, en forma de catarsis, cuando ya no hay amor ni desamor, hay que observar los restos del amor, los restos del naufragio. Y estos no son recuerdos amables ni reproches pendientes sino el vacío creado por lo que ya no existe. Es memoria del humo, como dice Aute.

La vida, y el amor, están formados por lo que ocurre y por lo que no ocurre. Después del amor y desamor quedan palabras que no se dirán, acciones que no ocurrirán, sentimientos que no tendrán lugar.

Decía Cernuda: No es el amor quien muere, somos nosotros mismos.

Este es lo que se intenta con este poemario, hablar de lo que no existirá, no ocurrirá, ya que no cabe ninguna posibilidad. Y girar la vista hacia uno mismo, ya que uno es el que muere, no el amor, uno es el que puede dejar de mirar atrás, dejar atrás lo perdido y quizás así abrir la puerta a un nuevo tiempo.

Enrique Arias Beaskoetxea

"La memoria del humo" se puede descargar a través del siguiente enlace.

 

El abuso de abreviaturas y acrónimos, la exaltación de determinados signos de puntuación y la utilización de emoticonos y otros códigos visuales se ha extendido a la casi totalidad de los cibernautas que se comunican en las redes sociales. Eso hizo creer a algunos sesudos varones que el uso de Internet estaba arruinando el lenguaje escrito, aunque algunas voces ya se han percatado de que tal suposición no tiene fundamento.

Es verdad que la web influye en la manera de leer y, por lo tanto, en la de escribir. El lector digital exige claridad y concisión, una virtud que nunca debe faltar en un texto para ser triunfal. El lector digital valora la calidad del mensaje, la novedad de un juicio certero o la osadía de una interpretación heterodoxa. Hasta aquí, todo el mundo está de acuerdo. Pero de poco sirve el contenido, si el embalaje es defectuoso. Y ese embalaje es el lenguaje que se utiliza para transmitir un pensamiento.

También es verdad que la lectura digital no es igual que la lectura sobre papel. En la pantalla, el lector encara accesorios que lo distraen más fácilmente que si está frente a un material inerte como es el papel. Tiene además facultad para cambiar el tamaño de letra, el color, la nitidez y posiblemente otros atributos que le serán ofrecidos conforme avance la tecnología. Pero todos estos inventos que tienden a mejorar la legibilidad le podrían impedir concentrar la mente para asimilar textos de una mediana dificultad, además del cansancio que produce la lectura prolongada de un dispositivo electrónico.

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