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Su madre sudó lo que no está impreso para poder sacar unas monedas extras al día. Día a día. Meses. Descuidó un tanto al resto de la prole. El era el más fuerte. Tenía una posibilidad.

Llegó el día. Lavó la cara de su hijo por última vez. Lo besó, grabó esa última imagen en su retina y le dio la espalda para que no viera ni una sola de las lágrimas que acabarían en el suelo cuarteado de una miserable aldea de Sudán. Le había dado el dinero, una camisa decente y unas deportivas usadas. En el sueño de alcanzar la costa europea, no hay camino; hay que hacerlo.

Si sobrevives al calor, el hambre, las enfermedades, los bandidos…te queda una posibilidad de tomar un cayuco. Pagas lo que te queda por una plaza. Con suerte, un poco de comida y agua.Y en último término, entregas tu calzado para sobornar al enésimo mafioso que se interpone entre Ayod y el nuevo mundo.

Después, el mar y el tiempo eterno. Miras al cielo, pero los dioses están dormidos.

En Lampedusa no sólo mueren personas. También sueños, amores y esperanzas.

Artículo publicado en El Correo el 22 de abril, con el título de 'Viaje hacia la muerte'

Me sabe extraño, seco, un tanto amargo, escribir sobre un asunto que de tan manido causa hartazgo, pero qué le voy a hacer si yo no nací en el Mediterráneo, si no vivo junto a él. Un día nací y el bosque llevaba aquí miles de años. Un bosque secular, las hojas caducas como exponente del carácter circular de la existencia. La historia en el bosque no es progresiva. Cada árbol un tótem. Un rostro esculpido. Todos los antepasados. Los que están, los presos, los mártires y los que han de venir.

El Mediterráneo, como exponente positivo del cruce de personas y culturas, yo no lo conozco. No conozco su maravillosa luz porque cada mañana respiro vientos y mares del cuadrante norte, los valles en los que vivo están orientados al norte, las nubes siempre llegan de allí, y las querencias, todo hacia el norte, hacia el bosque primitivo. La utópica Thule me es más cercana que las ciudades griegas. Erik el rojo en contraposición a Odiseo. El pagano reino del oso frente al león meridional. El Mare Nostrum, el piélago en medio de las tierras, un plural compartido que trasciende el mero espacio geográfico, frente al plural cerrado del bosque que se alimenta a sí mismo.

No nací allí, no vivo allí. Y permítanme que este allí también trascienda el espacio geográfico y se convierta en un lugar donde los discursos avanzan. Un espacio donde las palabras valen según sus razones y sus hechos, donde nadie considere la posibilidad de cargarlas con plomo.

Vía sigueleyendo y Tengo Sitio Libre.

Que sí,
que no,
que viva el botellón.

Que sí,
que no,
que viva este fiestón.

Disfrutemos sin parar
cantando, bebiendo,
bailando, riendo,
conmigo, contigo,
desde ahora,
hasta el amanecer.

Que sí,
que no,
que viva
este alegrón,
disfrutando unidos
con nuestro querer.

Por ti,
por mí,
por los dos,
que viva
este juntón.

Yo te quiero.
Tú me quieres.
Nos queremos los dos.

Que sí mi amor,
que viva
este botellón,
por ti,
por mí, por los dos.

Que te lo digo yo.

Gabriel Olamendi

Todavía persiste el eco de unas tesis controvertidas de Mario Vargas Llosa. Del análisis que el novelista hizo acerca de la cultura contemporánea ha pasado inadvertida una flecha en el centro de la diana: la crítica a la oscuridad con que se expresan ciertos ensayistas franceses. Se refería sin misterios a Jacques Derrida, a quien acusó de haber usado una jerga laberíntica para hinchar pensamientos triviales. Según Vargas Llosa, el filósofo Derrida y el psicoanalista Jacques Lacan se perdieron en un “vacío destructor”. Personalmente he comprobado que el fraude empieza en la enseñanza secundaria de Francia. Los estudiantes de filosofía aprenden insinceridad cuando desean conseguir buenas notas en los exámenes. El joven alumno se ve confrontado con unos textos de escritura opaca y pronto domina las técnicas del pícaro: echa paletadas de niebla verbal a sus páginas y así disimula la ausencia de ideas. Sin embargo, el país cuenta con otro modelo de intelectuales. Yves Lacoste o Béatrice Giblin representan la nitidez comunicativa. Gracias al trabajo durante décadas, tienen una larga lista de discípulos instruidos en la claridad. Para ellos, las palabras deben ser un vehículo transparente que traslade los razonamientos y sus debilidades. Al escucharlos o leerlos sentimos que nos alejamos de cualquier trampa de la retórica. Todo sin la arrogancia moral de los sectarismos. La duda constante y un verso de Jorge Luis Borges (“por el lenguaje, que puede simular la sabiduría”) vigilan sus reflexiones.

Aparecido en "El Cultural" de El Mundo.

El pintor Darío de Regoyos está considerado como uno de los principales representantes españoles del impresionismo. Su riqueza cromática y la audaz representación de la naturaleza y sus fenómenos atmosféricos hacen de los paisajes de Regoyos uno de los acontecimientos más innovadores de su época.

La gran exposición en Madrid con ocasión del centenario de su fallecimiento, organizada por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en colaboración con el Museo Thyssen-Bornermisza de Madrid y el Museo Carmen Thyssen de Málaga, reúne más de cien obras provenientes de otros museos y colecciones particulares.

Nacido en Ribadesella (Asturias), estudió en Madrid con Carlos de Haes y en Bruselas, a donde  se trasladó en 1879 con Joseph Quinaux. Con estos maestros descubrió el paisaje, genero poco apreciado entonces, y el que él más se interesó y dedicó como pintor.

Su aprendizaje se enriqueció en contacto con los artistas belgas y franceses más rompedores del momento, entre ellos Ensor, Pisarro, Seurat y Signac.