El pintor Darío de Regoyos está considerado como uno de los principales representantes españoles del impresionismo. Su riqueza cromática y la audaz representación de la naturaleza y sus fenómenos atmosféricos hacen de los paisajes de Regoyos uno de los acontecimientos más innovadores de su época.

La gran exposición en Madrid con ocasión del centenario de su fallecimiento, organizada por el Museo de Bellas Artes de Bilbao en colaboración con el Museo Thyssen-Bornermisza de Madrid y el Museo Carmen Thyssen de Málaga, reúne más de cien obras provenientes de otros museos y colecciones particulares.

Nacido en Ribadesella (Asturias), estudió en Madrid con Carlos de Haes y en Bruselas, a donde  se trasladó en 1879 con Joseph Quinaux. Con estos maestros descubrió el paisaje, genero poco apreciado entonces, y el que él más se interesó y dedicó como pintor.

Su aprendizaje se enriqueció en contacto con los artistas belgas y franceses más rompedores del momento, entre ellos Ensor, Pisarro, Seurat y Signac.

 

REGOYOS Y EL PAIS VASCO

Regoyos fue un gran viajero. Recorrió Europa y España en busca de motivos pictóricos, puesto que trabajaba directamente del natural captando la luz y los fenómenos atmosféricos mientras se producían. Pintaba con rapidez sin bocetos previos, de ahí que la mayor parte de sus obras estén realizadas en pequeño formato.


Regoyos, como otros pintores de su época, estaba convencido de que existían lugares afines a la sensibilidad de cada artista y él prefería pintar bajo la luz tamizada del Cantábrico que le permitía trabajar a cualquier hora del día. Las salidas y puestas de sol, los días nublados, la fina lluvia, los nocturnos, las borrascas, fueron sus temas preferidos reflejadas en obras como “Aguacero”, “Bahia de Santoña”, “Urumea”  “La Concha, nocturno”. También, como Monet, pintaba un mismo tema a distintas horas del día, “Plaza de Burgos por la mañana” y “Plaza de Burgos al atardecer”.

RETRATO DE REGOYOS

Por los testimonios que han llegado hasta nosotros, Darío de Regoyos debía de causar una impresión unánimemente favorable a quienes le conocieron. Era considerado como una persona buena y sencilla, extrovertido, alegre y simpático, descuidado en su aspecto y algo estrafalario en el vestir. Polifacético, tocaba la guitarra y también escribía. Muy sociable y familiar, se caso con Henriette de Montguyon y tuvieron seis hijos. Entre sus numerosas amistades se encontraban los hermanos Baroja, Pío y Ricardo, José Gutierrez Solana, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Ramón Gómez de la Serna, José María Salaverría, Ortega y Gasset.

He aquí lo que opinaron del artista algunos de ellos. Unamuno: “Regoyos fue uno de los que me enseñó la fraternidad universal, y que debemos de querer, no ya a los hombres, sino a las cosas, como queremos que ellas nos quieran”. Ortega y Gasset: “Frá Angélico de las glebas y de los sotos, que parecía ponerse de rodillas para pintar una col”.
José María Salaverría: “La conversación de Regoyos era como su arte, como su alma: encantadora” “Darío de Regoyos era de veras humilde y errante como un gitano culto. Su alma fresca y primaveral, no conocía el odio ni el despecho”. Pio Baroja: “Regoyos era jovial, alegre y poco práctico. Sentía un profundo desdén por todo lo pomposo. Era un anarquista de la pintura”.

Probablemente Pio Baroja ha dejado el más bello retrato literario de Regoyos en el prólogo para la edición de 1924 del libro del pintor, “La España Negra”: “Regoyos era un hombre que, viviendo y trabajando de una manera juiciosa y sensata, parecía casi siempre disparatado y absurdo. Tenía una mezcla de ingenuidad y de alegría, una cara jovial y sonriente, con un ojo más alto que otro.

Lo cierto es que había una gran afinidad entre el pintor y el escritor, de la que es muestra la siguiente cita de Azorín que recoge Baroja: “De Regoyos a Baroja, de unos a otros paisajes, del pictórico al literario, no hay más que un paso”.

De hecho, Regoyos pensaba que Baroja debía de haber sido pintor y Baroja pensaba que Regoyos tenía que haber escrito más.

También Miguel de Unamuno opinaba que Darío de Regoyos escribía bien: “Regoyos escribía de un modo encantador. Su estilo epistolar era como su estilo pictórico; simple, preciso, claro, trasmitiendo la sensación o el pensamiento con frescura indecible”.

A juzgar por las cartas que nos ha dejado y por los textos de la España Negra, Baroja y Unamuno tenían razón: todo indica que Regoyos podía haber pasado a engrosar la lista de esos pintores –Ricardo Baroja, Rusiñol, José Gutierrez Solana- que fueron también magníficos escritores.

Sin embargo este hombre prolífico y que tan buena impresión causaba entre sus amistades, no tuvo suerte con la crítica que no se mostró comprensiva con su arte. Solo al final de su vida, como suele suceder con los grandes innovadores, obtuvo el éxito deseado.

Siendo Regoyos asturiano, tenía al país Vasco como lugar de adopción. Residió en diversas localidades, en Rentería, Donostia, Bilbao, Irún, numerosos paisajes lo atestiguan, “Baño en Rentería”, “Camino de Fuenterrabía”, “Redes en el puerto de San Sebastian”.

En 1912 Regoyos se estableció con su familia en Barcelona para pasar el invierno, ya que los médicos le habían recomendado el clima del Mediterráneo para combatir su enfermedad. Celebró allí dos importantes exposiciones en incluso pintó al aire libre varias vistas urbanas de la ciudad en la que falleció, prematuramente, un año después.

 

La exposición antológica Darío de Regoyos, se celebra en Madrid en el Museo Thyssen-Bornemisza. Estará abierta hasta el 1 de Junio del 2014, de 10 a 19 horas