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El Instituto de Enseñanza Secundaria Ega de San Adrián acogió la pasada semana una jornada poética con la escritora donostiarra Fátima Frutos.

Los alumnos del centro educativo participaron de forma activa en esta cita que se enmarcó dentro de la Jornada sobre Mujer, Poesía y Creatividad que organizó el instituto de la localidad ribera, y que duró cerca de dos horas.

La poeta vasca, afincada desde hace tiempo en Pamplona, habló con los estudiantes sobre las claves de su obra Andrómeda encadenada, un trabajo que los adrianeses habían leído previamente. Además, los asistentes también descubrieron los encantos de otra de sus obras titulada De carne y hambre. Tras una breve explicación por parte de la escritora, los alumnos de San Adrián entablaron una charla coloquio con ella.

Se trata de una jornada que desde el centro educativo tildan como muy positiva porque los alumnos, además de estudiar y trabajar las obras en las aulas, tienen contacto directo con los autores y pueden solventar las dudas e inquietudes que se les presentan.

Aparecido en Noticias de Navarra, el viernes 6 de abril

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Kepa MuruaGatos y el amor recorren este libro. Los gatos, diversos: el negro, el blanco, el gris, el azul, la gata, no son sino representaciones para la diversidad de situaciones a que da lugar el amor. O los temas en que se despliega lo que se suele nombrar como tema único: el amor. Está el deseo de amor que parece no llegar nunca, la escena del encuentro, la felicidad de la vivencia amorosa plena, la separación de los amantes, pero también la ruptura, la pérdida y entonces el recuerdo añorante o el lamento… No pretendo aquí dar una relación completa de las escenas que el amor llega a provocar, sino dejar dicha la complejidad temática.

Y no es gratuito llamar la atención sobre ello, pues los versos de El gato negro del amor son exploraciones por esa multiplicidad de situaciones y la utilización de los gatos como figuraciones es un instrumento que resulta, creo, de gran eficacia para poder seguir hablando en poesía del amor después de la inmensa biblioteca que los poetas han ido abasteciendo con sus discursos amorosos. Ello habla de la pericia poética de Kepa Murua (Zarautz, Guipúzcoa, 1962), bien demostrada en sus anteriores libros –y citaré al menos Las manos en alto y No es nada–; además están sus ensayos, y ha sido el editor de Bassarai, recientemente desaparecida tras una labor que merece todo el reconocimiento.

En sus publicaciones Murua ha ido construyendo un conjunto poético que, tras una aparente sencillez, rehuyendo el retoricismo, conforma ya una voz que no se confunde con los estilos, tendencias, etc., al uso en la república de los poetas. Ahora bien, esa sencillez es sólo aparente, pues esa forma de decir sirve a una visión poética de las cosas, como cuando se lee “Son días grises / en forma de corazón”, frase tan simple cuanto encantadora en su poder de evocación. Todo parece entenderse al tiempo que algo, un resto de significación, queda por dilucidar. A esa misma zona de oscuridad da respuesta el texto final, “Falta un poema”,donde lo que se ofrece es el poema que “se le parece” a otro no escrito, uno que se escribe “en la nieve” y que, por tanto, está ya borrándose. Es en este juego de decir y hacer saber que algo se está si no callando, quizá sólo susurrándose, donde reside una de las fortalezas poéticas de este libro y de la obra en general de Murua.

Dos declaraciones iluminan este quehacer: “He amado a las palabras /comoa los cuerpos sin darles un beso” expresa una toma de distancia: y la implicación “Cuando mi corazón estuvo fuera de mí / yo nunca pude escribir un poema”. Entre lo uno y lo otro, una escritura de excelencia. TÚA BLESA

El Diario Vasco publica un artículo sobre la última novela de Juan Bas, Ostras para Dimitri:

Después de diez años y tres novelas conviviendo con el personaje, el escritor Juan Bas (Bilbao,1959) ha decidido pasar al retiro al ínclito Pacho Murga, el señorito bilbaíno venido a menos con un punto amoral cuyas andanzas le han servido a su autor para trazar en paralelo un retrato descarnado sobre algunos aspectos de la sociedad actual, con un tono a mitad de camino entre la novela negra y la picaresca moderna.

Bas ha llenado de humor corrosivo y vitriolo las peripecias de Murga, un sibarita snob que ha ido de los restaurantes de lujo a la cárcel, donde acabó en la anterior novela, 'Voracidad' (2006), Premio Euskadi de Literatura 2007. Y es ahí, en la trena, donde arranca esta nueva entrega, 'Ostras para Dimitri'.

Entre rejas ha conocido Murga a un mafioso ruso de sangre navarra, Dimitri Urroz, con quien entabla una estrecha amistad que le va a traer por la calle de la amargura a lo largo de las páginas del libro. «Como las anteriores novelas, ésta tiene una considerable carga esperpéntica articulada a través de un humor ácido y negro. La realidad que vivimos es un puro esperpento, pero bastante menos humorístico».

De la mano del capo ruso, Murga se verá envuelto en tramas criminales y bajos fondos que le van a llevar del Moscú de los excesos al valle del Baztán. «Urroz es un personaje poliédrico y contradictorio, una mezcla explosiva de moscovita y navarro. Muy atractivo literariamente y con ese componente de fascinación que produce el mafioso de altos vuelos».

Como la primera entrega, 'Alacranes en su tinta' (2002), que se iniciaba en el Guggenheim, esta tercera entrega de la trilogía concluye también en el museo bilbaino. «Aunque son novelas independientes, conforman una trilogía y me pareció armónico volver de nuevo al Guggenheim».

Vida propia

Aunque ha decidido darle vacaciones indefinidas, Bas no aclara si jubila al personaje definitivamente. «Digamos que he decidido aparcarlo. El personaje ya tenía demasiada vida propia y se imponía a veces en ciertos aspectos sobre el escritor si quería seguir siendo coherente con él».

Bajo la trama, Bas introduce reflexiones de calado, como la traición o los valores, alrededor de personajes bizarros como guardaespaldas etarras o perturbadores siameses psicópatas. «Lo que vengo a decir entre líneas es que el perdón no exime de la culpa que conlleva un gran crimen, que acompaña al criminal de por vida».

Bas no sólo abandona al personaje de Pacho Murga. También se aparta del humor presente en gran parte de su producción para la próxima novela en la que ya está trabajando. «El humor es un asunto serio; una excelente arma de defensa y ataque. Lo importante es emplear el humor sin que sea un añadido artificial ni reste dramatismo a la historia porque corres el riesgo de convertir la historia en bufonesca. Ahora estoy escribiendo poco a poco una novela muy negra que se titulará 'El refugio de los canallas'. Pero tengo para publicar una anterior, 'El saxo es mi marido', llena de sexo, engaños y maldad».

Entrevista a Willy Uribe en El País, con motivo de la reedición de su novela Sé que mi padre decía:

Willy Uribe se considera un escritor minoritario. “No se me lee mucho, pero estoy tranquilo. Mi escritura es a largo plazo. No tengo prisa”. Quizá por eso se ha tomado con calma los azares que ha corrido Sé que mi padre decía, una de sus mejores novelas, por no decir la mejor. Se publicó en 2008; en 2009, ganó el Premio Memorial Silverio Cañada. Luego cerró la editorial que la sacó, El Andén, y adiós. Hasta ahora. La acaba de reeditar Los libros del Lince. Esta editorial también ha rescatado Allí donde ETA asesinó, un proyecto iniciado para el periódico digital Factual y que a punto estuvo de truncarse. De ello hablamos por teléfono y por correo electrónico.

Ismael estuvo seis años en la legión. Su ex mujer le pide que vaya a Bilbao para chantajear a Julen, amigo de la infancia de Ismael. Parece fácil, pero las cosas se ponen muy duras cuando un pistolero etarra se mete en el negocio. Sé que mi padre decía es una novela negra muy literaria, sin concesiones.

Vascos muy vascos, de buena cuna, acostumbrados a robar, trapichear y montar burdeles y etarras que también quieren mojar en el negocio. “Sé que mi padre decía no trata de esparcir porquería hacia todos lados, pero el sambenito de la honradez de los vascos no me agrada. El nivel de respeto, tanto moral como físico, no es un aspecto en el que la sociedad vasca puntúe alto. De todos modos, mis personajes no son paradigmas, se limitan a nacer, vivir y morir en un lugar determinado, en este caso Euskadi, un espacio en el que los condicionantes son poderosos”.

Ante esta tropa, Ismael casi parece un angelito. “Es un hombre apagado, ni siquiera un antihéroe. Un desesperado sin duende y alejado de la épica, los laureles y la escenografía, recursos muy comunes en Euskadi. Eso le diferencia del resto de un modo notable”.

A Ismael no le perdonan que haya sido “legionario español”. “Durante muchos años, y eso es algo que ha marcado la paranoia identitaria en Euskadi, ser español era una condición que se vivía en silencio. Sentirse español en público, decirlo o insinuarlo, era algo peligroso porque la manada era vasca y con sus buenos cuernos. Yo hice la mili en un cuartel de Euskadi a finales de los ochenta y conocí algunos suboficiales vascos. La vida que llevaban no se la deseo a nadie”

Sé que mi padre decía muestra un paisaje en el que impera el secretismo, la ocultación, el prohibido preguntar, la desconfianza, el miedo… “Describo las sensaciones más trágicas que Euskadi ha dejado en mí durante cuatro décadas. Provengo de una familia nacionalista y vivo en una sociedad nacionalista. Conozco las claves, los modos, el lenguaje, los silencios, los tiempos. Y no porque los haya estudiado, sino porque los he experimentado”.

El mar está casi siempre presente, de una manera u otra, en los libros de Willy Uribe (Bilbao, 1965). Siempre le gustó, pero a los 12 años fue como una revelación. “Coger olas y escribir. Sobre todo, poesía y algún relatillo”. También fotografiar. Es tan buen fotógrafo como escritor. Nanga fue su primer libro y ha publicado también Cuadrante Las Planas, Revancha y Los que hemos amado.

Su menos que antihéroe Ismael cree que el origen de todos sus problemas está en que es una buena persona. “Tengo un amigo que no ve el por qué de los apuros judiciales por los que está pasando Iñaki Urdangarin. ‘¿Y qué ha hecho de malo?’ pregunta. ‘¿Es que es ilegal intentar ganar dinero? Los delincuentes, en todo caso, serán Matas, Camps y compañía’. Y se queda tan ancho porque realmente lo cree así. Supongo que, seguido, imagina qué haría él con tanta pasta. Por fortuna, hay mucha gente que no piensa igual. Ismael era uno de ellos, pero las circunstancias le han llevado a traicionarse a sí mismo. Toma el papel de corrupto sin rodaje previo y cuando ya es demasiado tarde”.

A Uribe se le ha comparado con Highsmith, con Hammett, con Goodis. “Quien ha establecido esa comparación tiene las claves. A Goodis no le he leído, sí algo de Hammett y de Highsmith y no me reconozco. En novela negra me veo más cerca de Jim Thompson, pero mis referentes son distintos. Faulkner, Maugham, Conrad, Hemingway o Pinilla, por ejemplo. Cortázar y Vargas Llosa también, aunque nada tenga que ver con ellos. Como nada tengo que ver con Cela y Sender y me parecen escritores muy sólidos. Eso por decir algunos nombres, porque las novedades no cesan para un escritor que no lee tanto como se piensa en un escritor. Hace poco he leído a Cunqueiro por primera vez y he disfrutado mucho. Lo que sí me gusta es que el escritor no se esconda, encontrar en sus obras rasgos que yo imagino suyos, personales. Eso me ayuda a profundizar en su narrativa y en su actitud ante las sociedades y el tiempo que les tocó vivir”.

Allí donde ETA asesinó, con prólogo del lehendakari, Patxi López, es un libro estremecedor: reúne fotografías de los escenarios de los asesinatos de ETA el día de su aniversario y la misma hora. Uribe habla en este libro del hecho diferencial vasco: “Casi mil muertos”. “Una cifra que echa por tierra los mitos de honor de los vascos y pone en primera línea su lado más violento e irracional. La tribu y el clan pueden ser muy románticos y las faldas le quedan de cojones a William Wallace (nacionalista escocés del siglo XIII), pero suponen una regresión. Enfocar la independencia desde el asesinato ha sido un error sostenido, mayúsculo y trágico”.

Uribe no se muestra complaciente con el PNV. “Ahora se disfrazan de escoceses; antes, de Asterix y Obelix”. “Hay toda una galería de lugares comunes románticos. Hay cierto orgullo por la lucha al que no quieren renunciar”. “Es importante”, dice, “prescindir de muchos mitos en Euskadi”.

Afirma en Allí donde ETA mató que no tiene la objetividad suficiente para contemplar esas terribles imágenes como espectador. “Yo sé que los vascos, sobre todo aquellos que no hemos jaleado a ETA, debemos hacer un esfuerzo para lograr una sociedad más sana, pero el lenguaje que emplea la izquierda patriótica vasca, el recuerdo tan reciente de su violencia cotidiana, lo orgullosos que están de sus asesinatos, no facilita esa tarea”.

El sentido de la decepción le dice que es difícil creer en nada. “Demasiados manifiestos que tan solo les pertenecen a ellos, demasiadas palabras huecas y mentiras”.