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Memorias XI Jornadas Autor

Programa Idazleekin Solasaldiak

El Juli y yo

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 21 August 2012

El Juli y yo no acabamos de entendernos. O, mejor dicho, soy yo quien no acaba de entenderle, porque lo que es él, no tiene ni pajolera idea de mi existencia. Así que desde ahora lo digo: El Juli no tiene culpa de nuestro malentendido, pero la verdad es que está ahí, existe y sería una tontería negarlo.

Todo viene a partir de su decisión de pagar la mitad de las entradas a los jóvenes en sus dos corridas de Vista Alegre, a la que se ha adherido la Junta de la plaza. Antes de eso yo ignoraba al Juli olímpicamente, como él a mí, y lo único que sabía era que había tenido no sé qué líos con su familia —o sea, como todo Dios—. Pero ahora se ha descolgado con esta iniciativa y, nos guste o no, nos ha hecho tomar partido. Y a mí me revienta tomar partido porque soy muy veleta desde pequeñita. A mí, si viene uno y me dice que arre, me convence volando. Pero en cuanto llega otro y dice que so, ahí que me apunto también encantada.

Y es lo que me pasa con El Juli: que no acabo de tener claro lo que opino de él. Porque tú lees el titular de la noticia y lo primero que piensas es: “Hombre, qué majo El Juli, qué enrollao”. Pero luego llega un antitaurino y te dice que lo que quiere el Juli es enviciar a la juventud en eso de asesinar animales indefensos, y ya empiezas a mirarle de otra manera, como diciendo “que sí, Juli, que te he pillado, que mucho traje de luces y mucha coletita, pero en el fondo tú no eres más que un camello a la puerta de un colegio, vaya pájaro estás hecho”.

Y es un incordio andar así, con reticencias y dobleces. Porque yo seré veleta, pero voy de frente. Y así, de frente, lo digo: Juli, no creo que tú y yo tuviéramos muchas posibilidades de llegar a algo, pero las pocas que teníamos te las has cargado, bonito. A ver si aprendes que no hay que poner a la gente en un brete. La próxima vez te lo piensas antes. Eso sí, te deseo mucha suerte en la plaza. O, mejor dicho, os la deseo a ambos, a ti y al toro. Comprenderás que a estas alturas del curso no voy a cambiar por ti. Sigo siendo una veleta. Qué le vamos a hacer.

Aparecido el 21 de agosto en El País.

Marijaialyn

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 20 August 2012

No sé qué pensar del cartel de fiestas. No tengo palabras. Y eso es raro en mí, porque normalmente las palabras me sobran, lo que me falta es pasta. Pero a veces pasan estas cosas, te pones a pensar en los grandes hitos del arte y no sé, como que te amilanas, y andas ahí dubitativa, en plan “no sabe, no contesta”, hecha una sosa.

Yo, cuando noto que no tengo una opinión firme sobre algo, suelo preguntarme qué opinará del tema doña Letizia. E inmediatamente pienso lo contrario. Para mí doña Letizia es casi un faro en la oscuridad. Y creo sinceramente que este cartel no le gustaría nada, porque doña Letizia va de “soy más fina que el coral y con qué estilazo luzco los modelitos que pagáis con vuestros impuestos” y la Marijaia del cartel es una ordinaria de cuidado, una camioneraza que da hasta miedo. Yo me encuentro con esta Marijaia en una noche oscura y echo a correr que no paro hasta Burgos. Cosa que no me pasaba con las de otros años, mira. Porque hasta ahora siempre había pensado que Marijaia era una gemela de la Duquesa de Alba, como ella misma se encargó de demostrar cuando se casó y salió a bailar con los bracitos en alto. “¡Mira, Marijaia!”, dije yo, mientras todo el mundo la ponía verde por hacer el indio así. Pero a mí me hizo gracia y desde luego, no me provocó ningún miedo. Debo admitirlo, a mí la Duquesa me provoca muchísimas cosas, pero miedo, lo que se dice miedo, no. Y en cambio esta Marijaia, con esas piernorras llenas de pelos que para sí quisiera el propio Muniain o cualquier otro chico de Bielsa, y esa cara tan extraña, que no se parece a nadie y menos a Marilyn, y esas bragas o calzoncillos o lo que sean, me da un yuyu que para qué. Pero ha creado polémica, ya ves, y eso tiene mérito, porque no hay nada peor en esta vida que pasar por ella sin que nadie se fije en ti, en tus patorras y en tus pelos. Y además, qué sería de la depilación láser si nadie reparara en las selvas capilares ajenas.

Fíjate lo que son las cosas, al final ha resultado que sí tenía una opinión, qué alivio. Y es que doña Letizia es mano de santo. Lo que vale esa mujer.

Aparecido el 20 de agosto en El País.

El oficio imposible

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Written by Pedro Ugarte
Parent Category: Colaboraciones
Published: 18 August 2012

Pocas profesiones están más desprestigiadas que la política, pero uno ve con indulgencia a los integrantes de esa curiosa corporación. Por avatares de la vida, uno ha conocido a políticos diversos. Y, aparte de los incalificables, los hay también de cuerpo entero, políticos que han pagado el precio de defender la libertad y otros que, de forma modesta, se entregan a una gestión oscura y laboriosa, a favor de sus convecinos. A los primeros nunca habría que olvidar (menos ahora, cuando la paz corre el riesgo de confundirse con la amnesia), pero los segundos son tan numerosos como desconocidos. Unos y otros merecen todo el respeto. Dejando constancia de esa admiración, hay que reconocer que la defensa de la clase política resulta complicada, y en ello no tiene tanto que ver la conducta como el discurso. En efecto, la clase política es responsable de difundir una incalculable esperanza: la de que nuestra felicidad está en sus manos. Y esto desencadena, en consecuencia, la frustración de no conseguirla nunca.

En Europa, la clase política ha educado a la ciudadanía en una radical invalidez. Ha inoculado el virus de la incapacidad para hacer nada, para tomar ninguna iniciativa, para resolver el más mínimo problema. Hasta las catástrofes naturales o los peores accidentes “podrían haberse evitado” si cierto informe o cierta comisión hubieran conjurado a tiempo la amenaza. Dado que de la realidad se encargan los políticos, nuestra única verdadera ocupación es protestar (e “indignarnos”). Hay una frase, cara a nuestro lehendakari, pero que todo político suscribe sin dudar, aquella de que ellos están “para resolver los problemas de la ciudadanía”. Asombra designio tan increíble. Y en él radica el desprestigio de los políticos: si ellos están para resolver nuestros problemas (y habida cuenta de que nunca dejaremos de tenerlos) su gestión genera una irritante frustración.

El ambicioso objetivo choca con un obstáculo de carácter metafísico: los seres humanos no son felices. En ese sentido, la suposición de que el Estado nos puede llevar a la felicidad constituye una bomba de relojería construida sobre tres diabólicas instancias: 1) Como los políticos se atribuyen la gestión de nuestra felicidad, toda reclamación de más poder y más recursos deviene incontestable 2) Como son incapaces de conseguirla, el saldo de su gestión será siempre frustrante y 3) La frustración desencadena el desprestigio de la política, lo cual, como demuestra la historia, culmina en el desprestigio de la democracia y, a la postre, en la aparición de dictadores, caudillos, gordillos, demagogos o tiranos.

Sería más fácil defender un quehacer tan honesto y necesario como el de los políticos si estos no hubieran cometido la estupidez de imaginarse capaces de resolvernos la vida y, todavía peor, de jurárnoslo en voz alta. No habrá jamás subida de impuestos que satisfaga objetivo tan enorme.

Aparecido en El País el 18 de agosto

¡Arriba el telón!

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 18 August 2012

Anoche tuve una pesadilla; explicaba a una guiri qué es la Aste Nagusia. La guiri preguntaba quién es Marijaia, por qué en el cartel de este año parece un travesti, por qué las terrazas están llenas de gente que en todo el año no bebe ni un zurito y en estas fiestas va más puesta que Amy Winehouse, qué calzado hay que llevar a las txosnas para no volver a casa como un indio pies negros… Y ante ese interrogatorio, en un giro argumental onírico, la he plantado en medio del Arenal, con un plano (o mapamundi) de Bilbao y un pañuelo azul, y he salido corriendo justo cuando empezaba el txupin y le caía encima esa mezcla repugnante de huevos, harina y ese líquido inclasificable que algunos llaman champán.

Si no has nacido o crecido en Bilbao, es difícil entender esta demencia colectiva que llamamos Semana Grande. Que una semana tenga nueve días, ya debería hacernos sospechar que algo raro pasa. Pero si naces aquí, lo ves hasta lógico. Desde pequeñito sabes que a las txosnas se va con katiuskas (nunca con sandalias) porque si no, parece que has llegado de coger chapapote del Prestige. ¿Pero cómo explicarlo a alguien de fuera? Si pienso en explicar las relaciones familiares de la ballena Baly, su marido el pulpo y sus hijos besugo y txangurro, ya empiezo a hiperventilar como una fiera. Pero los niños bilbaínos encuentran normales esas perversiones y tejemanejes genéticos, que hubieran aterrado hasta al doctor Mengele. Y ven razonable que a la fatídica familia se sume ahora una jirafa amiga de Baly, que a saber qué depravaciones nos deparará.

Nuestras criaturitas son de amianto. ¿Sus padres los llevan al Gargantúa para que los coma y los expulse por donde amargan los pepinos? ¡Estupendo! ¿Les enseñan el cartel de Marijaia sin censura, como si fuera normal ese espectáculo? ¡Fenomenal! ¿Ven pasear a la luz del día a la txupinera y a la pregonera con esas pintejas? ¡Sin problema! Están hechos a todo y no les asusta ni Mike Kennedy.

Hagamos como ellos y que sea lo que Dios y Marijaia quieran. A fin de cuentas, sólo se vive una vez. ¡Feliz Aste Nagusia y que la suerte os acompañe!

Aparecido en El País el 18 de agosto de 2012

La «poesía viva» de vascos y astures

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Parent Category: Actividades
Published: 07 August 2012

Encuentro poético vasco-asturiano. La noticia apareció en el periódico El Comercio. Participó en el encuentro el poeta miembro de la AEE/EIE Santiago Liberal.

Los versos de Mario Benedetti, Miguel de Unamuno, Pablo Neruda o Gloria Fuertes llenaron ayer los jardines del Botánico, lo hicieron en la voz de dos rapsodas vascas y con el sonido de un arpa de fondo. Un escenario perfecto, que hizo que el encuentro poético 'Xeremandia' brillara con luz propia en una mañana especialmente gris.

Aunque se leyeron obras de los grandes nombres de la poesía universal, fue ayer un día para la literatura de casa. Se recitaron muchos poemas en euskera y asturiano, se cantó una bilbainada y se habló de padres, cocina y crisis. Y es que para la bilbaína Carmen Martínez «hoy la poesía está más viva que nunca, es ahora cuando más la necesitamos». Ella y quienes la acompañaban en el recital, los vascos María Ángeles Pérez y Santiago Liberal y los asturianos Miguel Allende, Esther Prieto y Juan Acebal, quisieron destacar la belleza del lugar y la importancia de que festivales como el Arco Atlántico pongan también su mirada en la poesía, muchas veces dejada de lado por otros géneros literarios. «Con estos recitales le decimos a la gente que se sigue escribiendo buena poesía, y que se hace al lado de ellos», afirmaba Santiago Liberal, justo antes de su lectura.

El toque de humor lo puso Miguel Allende, quien recitó sus poemas de payasos y arrancó numerosas sonrisas al público con su poesía real, humilde y en asturiano, «que lo estamos perdiendo». Tampoco le faltó gracia a Juan Acebal, quien con sus poemas basados en recetas de cocina levantó numerosas carcajadas. Entre poema y poema no faltó tiempo para que el arpista Daniel de la Cuesta dejara escapar algunas notas.

Ayer el Arco Atlántico tenía al País Vasco como protagonista, si primero fue con la poesía, después con algo tan diferente como los juegos tradicionales. El soka tira, las carreras de sacos, el corte de troncos con tronzadores o el levantamiento de fardos iban a ser los reyes en el cerro de Santa Catalina, pero la lluvia obligó a un cambio de ubicación de última hora a Poniente, que no le restó gracia al espectáculo. «Esto está animado, que no se diga que la lluvia nos para», contaba José Álvarez 'Pola', presidente de Escuela de Deportes Tradicionales Seis Conceyos. Tan animado estaba que incluso algunos de los espectadores se atrevieron a hacer un tímido intento en el levantamiento de fardos. Pero el peso era demasiado, y el intento se quedó con más gracia que éxito.

Santiago Liberal

Muestra en la Ciudadela

Otro de los lugares emblemáticos de Gijón que estos días es sede del certamen es la Ciudadela de Capua. Allí, con motivo del Arco Atlántico, se pueden encontrar creaciones artísticas de lo más diversas. La que más llama la atención es, sin duda, la 'Habitación sitiada por la Naturaleza', una recreación simbólica de lo que pudo haber sido un cuarto de estar de la antigua Ciudadela. La estancia está decorada y amueblada como si hubiera sobrevivido al paso del tiempo y hará sentirse a los visitantes como si viajaran a 1877, cuando fueron construidas las viviendas por el empresario Celestino Solar. Sin embargo, para recordar que el paso de los años es inevitable y que la naturaleza siempre acaba por reclamar su espacio el creador de la obra Ignacio Ganza ha incluido vegetación, que poco a poco ha invadido la estancia.

La muestra en la Ciudadela se completa con la exposición fotográfica 'Déjà Vu' de César Naves, quien pretende describir a través de instantáneas esa sensación tan familiar de ya haber vivido con anterioridad un hecho que, en realidad, es novedoso.

Hoy se pone el punto final a las actividades del Arco Atlántico. Después de una semana llena de gastronomía, juegos tradicionales, conciertos, show cookings, literatura... llega el momento de despedirse de las vecinas regiones atlánticas. Pero antes, habrá tiempo para volver a ver a las goletas y embarcaciones clásicas navegar frente a la costa gijonesa, escuchar el sonido de las gaitas y asistir al acto de clausura en la Plaza Mayor donde el himno de Asturias interpretado por el coro Cimavilla dirá adiós al festival hasta el año que viene. Eso sí, los amantes de la gastronomía portuguesa están de enhorabuena. El mercado en el Campo Valdés sigue hasta el miércoles.

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