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Memorias XI Jornadas Autor

Programa Idazleekin Solasaldiak

El puente

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Written by José Serna Andrés
Parent Category: Colaboraciones
Published: 28 August 2012

SI hay algo que tenemos que reconocer es que las Olimpiadas tienen un significado universal donde los pueblos y personas de alta cualificación a nivel deportivo se confrontan sin armas. Hay pueblos que tienen más posibilidades que otros para obtener el famoso oro y el medallero porque, al fin y al cabo, también los Juegos Olímpicos son el escaparate de un mundo de países ricos y pobres, pero no hay duda de que gracias a este evento miles de atletas trabajan duro para conseguir sus objetivos.

En este maremágnum de situaciones a uno le ha llamado especialmente la atención la presencia de ese atleta sudafricano, Oscar Pistorius, que, sin tener un año de vida, ya sufrió la amputación de sus piernas por debajo de la rodilla. No pueden quedar atrás los miedos y las dudas de su familia al tomar tal decisión. Después llegaron sus experiencias infantiles en el ámbito escolar, muy negativas, al parecer. A pesar de todo él se ha empeñado en decir que no es un minusválido, que es una persona sin piernas.

Un caso así ha salido adelante porque nuestro protagonista ha tenido que vivir entre buena gente. Buena gente en los equipos deportivos que le han ayudado a llegar hasta aquí. Buena gente en su familia que ha tomado decisiones arriesgadas y no ha reparado en gastos durante toda su vida para conseguir todo lo que necesitaba. Buena gente su madre, que no ha podido ver sus éxitos actuales, pero que en una carta escrita hace mucho tiempo le decía: "Un perdedor no es quien llega el último, sino aquel que se sienta y mira y nunca ha intentado correr". Y buena gente él mismo que lo primero que hace al terminar una carrera es felicitar a sus rivales.

A lo largo de su carrera deportiva ha conseguido muchos premios como paralímpico, pero su sueño ha consistido en crear un puente entre paralímpicos y olímpicos. Ya intentó competir en las olimpiadas de Pekín, pero no lo consiguió, y ha competido en estos juegos olímpicos desde una situación de tú a tú, que no desde una situación de igualdad. Y lo que a uno le llama la atención es que incluso ha tenido problemas, a lo largo de su historia de competiciones, para poder participar. Se ha objetado que las prótesis de carbono que lleva le dan un plus de velocidad. Hay quien pensará que el progreso humano consiste en elaborar unas prótesis que le permitan la participación en un evento deportivo, pero otras personas pensamos que el verdadero progreso humano es aquel en el que podemos seguir pensando que es posible avanzar hacia una sociedad más incluyente o inclusiva.

A estas alturas sabemos que ha sido eliminado en su competición de los 400 metros, pero ya ha competido en otros eventos mundiales y promete seguir haciéndolo. Y a uno le llama la atención porque, desde una situación de vulnerabilidad, alguien ha sabido superarse e incluso cuando llega a un límite se propone otra meta igualmente alta, como es la de seguir preparándose para participar en las Olimpiadas de Río de Janeiro.

En definitiva, nos encontramos con la primera persona amputada, y palalímpica, que ha participado en unos juegos olímpicos, y además en atletismo. Ha hecho de puente entre atletas olímpicos y paralímpicos, con el simbolismo que conlleva. Conviene decir a los distintos comités que han velado para que se cumplan las normas, que este atleta ha sido elegido en su país por sus méritos y que si su prótesis de fibra de carbono ha sido considerada como una ayuda técnica, y eso está prohibido, debemos ser capaces de analizar las normas con los ojos del corazón, y eso humaniza a una sociedad.

No hay duda de que este joven, que también tendrá sus defectos, ha crecido desde dentro mediante grandes esfuerzos personales y sacrificios en unos tiempos de sequía respecto a tales valores. Y que además de tener sueños a corto plazo relacionados con el deporte tiene planteamientos profesionales, con sus estudios de empresariales, porque, al igual que en el campo deportivo, desea dar pasos en la sociedad al lado de las personas con discapacidad y sin discapacidad.

Artículo aparecido el 28 de agosto en Deia.

Preguntas para un balcón

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Written by Luisa Etxenike
Parent Category: Colaboraciones
Published: 27 August 2012

La intervención de Julian Assange desde el balcón de la Embajada de Ecuador en Londres y sus repercusiones en el debate político y diplomático internacional creo que merecen abordarse y analizarse interrogativamente. ¿A alguien que se encuentra en la situación de tener que comparecer ante la Justicia de un país democrático para responder, desde un estatuto reconocido de presunto inocente, de unos cargos de Derecho común que están recogidos en un Código Penal; a una persona en esa situación puede aplicársele propiamente la condición formal, o incluso verbal, de asilado político? ¿Qué término reservamos entonces para quienes tienen que escapar de regímenes probadamente totalitarios porque allí son perseguidos por actos o dichos que no figuran en los Códigos Penales de ninguna democracia (a diferencia de delitos como el abuso sexual o la violación, que sí están en todos)? ¿No supone poner en riesgo considerable la coherencia democrática y de las relaciones internacionales, el descolocar y desnaturalizar un concepto tan fundamental como el asilo político aplicándolo a casos como el primero citado?

¿No habría que aprovechar el enorme interés que está suscitando el caso Assange para centrar precisamente algunos debates. Entre ellos y de manera prioritaria, porque, aunque a estas alturas ya casi no lo parece, de eso se trata en este asunto, el de la violencia sexual contra las mujeres? ¿No habría que abordar la multiplicación de escándalos sexuales, abusos, violaciones contra mujeres que implican ahora mismo a hombres poderosos y/o famosos? ¿No es significativa la manera en que estos asuntos se presentan últimamente ante la opinión pública; ese situar enseguida en un segundo plano las agresiones sexuales en sí, para colocar en primerísimo otras consideraciones que diluyen o trastornan la lógica de las responsabilidades? O por preguntarlo de otro modo: ¿no se está convirtiendo en una tipología de defensa, en estos casos, el transformar al presunto autor de un delito de violencia sexual, en una víctima de otra cosa: persecución, conspiración, censura políticas? ¿No es acaso la libertad sexual de las mujeres un ingrediente básico de la libertad sin más, es decir, un fundamento de la condición democrática? Y entonces, ¿no constituye otra temeridad política y social relegarla al arcén o al trastero de los debates públicos, sobre todo cuando esos debates se implican, como ahora, en asuntos tan serios como la libertad de expresión?

¿Y no habría que aprovechar este momento para reparar el concepto mismo de libertad de expresión, que debe de estar bastante averiado cuando se utiliza para atacar o poner en duda las garantías y los tribunales de las democracias más consolidadas, y no para cuestionar Gobiernos o regímenes que dejan, en materia de derechos y libertades ciudadanas, mucho que desear? ¿Más que averiado cuando, en nombre de la transparencia, extiende las cortinas de humo?

Artículo aparecido en la edición vasca de El País.

El último brindis

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 27 August 2012

Todo lo bueno acaba, y esta larguísima semana enloquecida y enloquecedora ha llegado a su fin. ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores?, preguntaba Jorge Manrique. Que en versión bilbaína sería, ¿qué fue de los concursos gastronómicos, las cañas en las terrazas, los feriantes, los cómicos, los artistas, los comparseros, la pregonera y la txupinera? ¿Qué de los toreros con sus medias rosas y sus bailarinas a lo Carla Bruni, de los aperitivos en hoteles, de los políticos que se mueren por salir en las fotos, los fuegos artificiales y los vendedores de falsificaciones? “Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”, diría Rutger Hauer en Blade Runner. Pero yo creo que no. Que en nuestra memoria quedarán los momentos felices que vivimos con nuestro pañuelito al cuello, mientras los mosquitos nos cosían a picotazos y hacíamos nuevos amigos o reencontrábamos a los viejos.

El suelo del Arenal a la noche. Eso sí que es realismo sucio y no lo de Carver —obsérvese la nota culta; si es que conmigo, si se me sabe leer, se aprende mucho—. ¡Pero cuánto hemos disfrutado chapoteando en esa mugre, con los pies cocidos como langostinos, porque si vas ahí en sandalias, fijo que pillas una septicemia! Cómo hemos cantado con La Otxoa, esa Niña de San Francisco, libre, alegre y generosa, que nos ha hecho partirnos la caja de tanto reír. ¡Que se quite Lady Gaga y viva esta Lady Gansa!

Me lo decía Paz, mi vecina jubilada: “Chica, qué asco; esto se acaba y ahora toca el latazo de las erecciones vascas. Los políticos, a pelear y a usar al ciudadano de cabeza de turno. Somos sus chivos respiratorios y esto es la pesadilla que se muerde la cola”. Y razón no le falta a la mujer. Así que armémonos de paciencia, y cuando nos den la murga, defendámonos recordando las dos mejores canciones de estas fiestas: Libérate y Resistiré.

Napoleón decía del champán que ante la victoria es merecido y ante la derrota es necesario. Yo hoy abriré la última botella que me queda de las fiestas y brindaré por todos nosotros. ¡A su salud y a la mía, y que haya mucha suerte!

Artículo aparecido el 27 de agosto en la edición vasca de El País.

La conjura de los precios

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 26 August 2012

Los ricos son potros. Es así. El millonario rumboso es una figura irreal y anacrónica. En el siglo XIX, un tertuliano del Casino de Madrid perdió una moneda de cinco duros y empezó a buscarla por el suelo. El banquero y político José de Salamanca, que dio nombre al madrileño barrio de Salamanca, estaba presente. Sacó un billete de mil, le prendió fuego y con semejante antorcha se sumó a la búsqueda. Pero esos eran los ricos de antes. Los de ahora son más mirados que una óptica.

Tana y Bosco, los dos pijos que tengo en casa, han recorrido terrazas, hoteles y txosnas poniéndose morados de merluza, bacalao, jamón, bocatas, txakoli y agua de Bilbao, y a la hora de pagar empezaban a mirar el papel de la pared como si les hubiera hipnotizado, y no metían la mano al bolsillo ni para rascarse. “Resistiré”, pensaba yo, como el Dúo Dinámico. Porque tiene bemoles que al final paguemos siempre los pobretones. Pero al rato de verles haciendo la estatua me angustiaba y cuando el camarero traía la dolorosa, quien soltaba la Visa era esta menda. Así que estamos que echamos humo. La Visa y yo.

Además, todo es carísimo y tengo la impresión de que en fiestas suben los precios aprovechando que el calor y el kalimotxo atontan al personal. Una tarde, Red Bull me dio alas y le largué a Tana, en plan indirecta, la frase de Sacha Guitry: “Los talones sin fondos son delito, pero los fondos sin talones también deberían serlo”. Dijo que no entendía y le contesté que estaba muy clarito, que el que tiene tela debe moverla, caray, que todo el mundo tiene que vivir. “Qué razón tienes”, contestó con más morro que un oso hormiguero. “Sácate una racioncita de rabo de toro, que aquí la bordan, ¿eh, Bosco?” “Sí, oyessss”, respondió él. En fin, soy boba y la pedí. Para mí que era rabo de gato, porque estaba más esmirriado que mi cartera, pero me metieron una clavada que ni El Juli en Vista Alegre. Y yo, como el gran Woody Allen, tengo dinero para vivir muy bien hasta el fin de mis días, siempre que me muera mañana. Menos mal que por fin se acaban las fiestas, porque no puedo más. ¡Socorro!

Artículo aparecido en El País el 26 de agosto

¿Para qué? ¡Paraguayo!

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Written by María Eugenia Salaverri
Parent Category: Colaboraciones
Published: 25 August 2012

Hace unos días, los vecinos de mi manzana apadrinamos a un paraguayo que vino por las fiestas y nos tenía desesperados. Se llamaba Darío y era uno de esos pelmas que llegan siempre en Aste Nagusia. Él decía que era artista. Y cantar cantaba, sí, pero hay que ver cómo cantaba el tío. Tenía poquita voz, pero fea, y suplía esa escasez con unos alaridos que ponían los pelos de punta. A las ocho de la mañana ya empezaba con “¡Nostalgiaaaaa, de sentir tu risa locaaaaa!” y así hasta las dos de la noche, cuando se despedía con El pájaro chogüí. No sé los demás vecinos, pero yo sí me encontré varias veces riéndome con una risa loca, fruto de la alteración nerviosa que me provocaba ese hombre. Porque además de cantar, también bailaba, animaba y dinamizaba. Sobre todo, dinamizaba. O sea, no callaba. Todo el día oyendo su “grasias, hermanos de otro continente, lindo Bilbao de mi corasón”. Agotador.

Total, que por culpa de Darío estábamos tan dinamizados que el tráfico de Trankimazin por los portales era ya preocupante. Así que nos reunimos unos cuantos y decidimos que lo que había que hacer era becarle, darle una especie de Erasmus local. Que era como decirle finamente que le ofrecíamos un dinerillo para que dinamizara otras zonas. O sea, para que se fuera al carajo de una santa vez. La negociación fue delicada, según algunos porque Darío era suspicaz, según otros porque era un chantajista de tomo y lomo. Pero finalmente se llegó a un acuerdo. El tío sacó su tajadita, pero nosotros nos lo ahorramos en ansiolíticos, que también salen por una pasta.

Unos dijeron que se había ido a Santutxu, otros que a Ercilla. Y daba gloria acostarte sin oír que “¡Cuenta la leyenda que en un árbol se encontraba encaramado un indiesito guaraníííí…!” Pero claro, ni los de Santutxu ni los de Ercilla se chupan el dedo. Ellos también aflojaron la mosca. Y ahí tenemos a Darío de vuelta. Ahora nos lo vamos rotando. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que el loro de nuestra calle se ha aprendido sus lindas cansiones y ahora le hace a Darío el dueto en Recuerdos de Ypacaraí. Nosotros hemos vuelto al Trankimazin.

Artículo aparecido en El País el 25 de agosto de 2012

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