Espido Freire en 'El Correo' y 'Deia'
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Entrevista a la escritora Espido Freire con motivo de la publicación de La flor del Norte (Planeta), su primera incursión en la novela histórica.
"Los vikingos, dicen, eran gente fuerte y valiente. Protagonistas de grandes batallas, moradores de tierras inhóspitas. Incansables. Sin embargo, la princesa que mandaron allá por el siglo XIII a casar con un hermano de Alfonso X el Sabio no parece que cumpliera esas normas. Cristina «era contradictoria, tenía un punto de cobardía y estaba muy alejada de la imagen de princesa vikinga que nos ha llegado filtrada por la Disney y el cómic…», describe la escritora Espido Freire. Esa es, al menos, la protagonista de 'La flor del Norte' (Planeta), la primera incursión de la autora en el terreno de la novela histórica.
Y es que Cristina, hija y hermana de reyes noruegos (al mismo tiempo, porque por entonces padre e hijo compartían la regencia), no tuvo lo que se dice una buena vida. Llegó a Sevilla con 24 años y murió con 28 de una dolencia extraña que la fue dejando paralizada. No es que haya mucho escrito sobre ella. «Como tantas princesas, sólo aparece en las crónicas de manera anecdótica», dice Freire. Eso la ha convertido en leyenda y también en un personaje digno de ser novelado.
'La autoría intelectual'
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- Written by Mikel Apodaka
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Artílculo de Pedro Ugarte aparecido hoy en El País:
"Andan socialistas y populares tirándose los trastos a la cabeza, a cuenta del evanescente concepto de inducción a la violencia, eso que otros llaman autoría intelectual. La polémica surge cuando un tipo asesina en Tucson a seis personas y hiere gravemente a la congresista demócrata Giffords. En Estados Unidos, pero también aquí, se extiende una gaseosa imputación, señalando la telepática autoría del movimiento conservador Tea Party y de su rostro más conocido, Sarah Palin. La derecha americana, por algún conducto paranormal, se convierte en responsable de esa acción terrorista. A los pocos días el Partido Popular encuentra un oportuno contrapunto: la paliza que propinan unos tipos de ultraizquierda a Pedro Alberto Cruz, consejero de Cultura de Murcia. Los populares emprenden la revancha, una revancha estúpida e injusta, porque imputar al socialismo democrático que favoreciera ese atentado ni siquiera es verosímil, entra de lleno en el campo de la calumnia.
Habría que tomar ejemplo de la exquisita prudencia con que operan la prensa y los partidos cuando en Egipto, Irak o Nigeria mueren de un bombazo dos o tres docenas de cristianos. Ahí el personal se muestra cauto, ponderado, escrupuloso, y señala que bajo ningún concepto debe hacerse a nadie responsable moral de esas acciones y que la islamofobia es un hábito aún más pernicioso (si cabe) que el tabaco. Ojalá ese criterio, tan frecuente cuando caen cristianos como moscas, también lo apliquen nuestros políticos cuando se trata de víctimas, cercanas o remotas, que les importan algo más.
Tipos bien extraños
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- Written by Esther Zorrozua
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Enero salió a mi encuentro. Soy el encargado de conducirte al interior, me dijo. Era un tipo distinguido, en esa edad indefinible y perfecta que hace atractivos a los hombres. Todo en él invitaba a acompañarlo, pero algo en su físico presentaba una extraña peculiaridad. Al principio, creí que se trataba de un error mío de visión, de un desenfoque momentáneo, porque la mitad de su rostro miraba hacia el este, mientras la otra mitad lo hacía al oeste. Una facultad para mantener controladas las entradas y salidas, me dije. Una vez dentro y traspasado el gran vestíbulo de altos techos de los que colgaban hermosas arañas de cristal, me condujo al salón principal.
Había una pareja sentada en un confidente que parecía inmersa en una charla íntima. Ésta es Mayo y éste es Septiembre, me los presentó Enero. Ella era una dama esplendorosa y exuberante, con uno de esos cutis que sólo se consiguen durmiendo diez horas diarias y dedicando el resto del tiempo a mimarlo con mejunjes. Llevaba una guirnalda de flores en el pelo y transmitía mensajes cifrados con los aleteos de su abanico de encaje. Él era un robusto caballero, curtido por el deporte, sin duda, que vendía salud a raudales y por algún motivo que nadie me explicó, adornaba su fornido cuello con un pámpano de vid con la misma naturalidad que si llevase un pañuelo de seda. Fueron muy amables conmigo durante un momento, pero luego volvieron a sus asuntos.
Al fondo, de pie junto a la chimenea en la que chisporroteaban unos troncos de encina, hacían conciliábulo dos ancianos, uno de cabellos de nieve pero gesto vigoroso y otro de canas plateadas y bastante más achacoso; razón por la que, seguramente, se apoyaba en un bastón. Ambos tenían sendas copas de brandy en la mano. Estaban serios, circunspectos, como si el destino del mundo dependiera de sus decisiones. En ese momento hablaban sobre los vaivenes de la Bolsa. Enero me los presentó como Febrero y Diciembre, respectivamente. En otro lateral, junto a la ventana con visillos de organza, una joven etérea vestida de tul gris del que asomaban unos brazos de nácar, tocaba el arpa con tal virtuosismo que, al cerrar los ojos, se podía adivinar un surtidor de agua cristalina en el centro mismo de la habitación. Tal era la naturaleza de su música transparente. No podía ser otra que Abril.
Espido Freire retrata a Cristina de Noruega
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Aparecido en ADN, con motivo de la publicación de La flor del Norte (Planeta):
"No sabemos cómo sonaba su voz. Sólo habla dos veces: cuando elige a Felipe como su marido y cuando le pide una iglesia para San Olav. Lo que más me ha fascinado es el proceso de crear esa voz".
La voz de la que Espido Freire habla es la de la princesa Cristina de Noruega. Desconocida, misteriosa, nostálgica, "desconcertante" e infravalorada en su tiempo y por la historia. La escritora ganadora del Planeta en 1999 con Melocotones helados y columnista de ADN incurre en la novela histórica para darle vida en La flor del norte (Planeta), que presentó el miércoles en Covarrubias, donde descansa la princesa.
De fórmulas atractivas o no
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Una reflexión sobre la literatura, los encuentros culturales y las conferencias al uso aparecida hoy en Deia y firmada por Jon Mujika con motivo del encuentro 'Diálogos con la Literatura' entre José Fernández de la Sota y Fermín Etxegoien.
"Venga esa mano que despeine tristezas y alborote melancolías! Escribo en una tarde de lluvia y un punto asombrado por lo ocurrido en la apertura de una nueva edición de Diálogos con la literatura, el programa de encuentros literarios que mantiene en pie la biblioteca de Bidebarrieta y que ayer descorchó su cuarto ciclo, el correspondiente al curso de 2011. La cita tenía un aparente interés: cara a cara los dos últimos premios Euskadi de literatura, el poeta José Fernández de la Sota y el novelista Fermín Etxegoien, prestos a desenfundar la palabra que, como ustedes supondrán, manejan como Billy El Niño usaba su Colt o Buffalo Bill su Winchester: con certera precisión. Moderaba sus palabras el periodista César Coca, mientras Begoña Morán, programadora del ciclo, vigilaba la escena para que todo encajase como un guante.
¿Qué pasó entonces...? Me temo que la constatación de una verdad verdadera, como se diría en un cuento infantil: las conferencias no son para media tarde. En realidad, lo que se canta es el gorigori de la fórmula, cada día menos atractiva para una sociedad interactiva, presta a tomar parte, a participar, a que se escuche su voz. Podrá decirse que lo mismo ocurre con este artículo -o con la inmensa mayoría de los artículos que aparecen en la inmensa mayoría de los periódicos...-, que es carne de cañón. Es cierto, pero hoy no hablamos del papel impreso sino de la fórmula de la charla. Ha entrado en barrena y, salvo raras excepciones, no hay más que un puñado de brillantes oradores que la sujetan. Es la era audiovisual, la edad de las pantallas que menosprecia el contacto cercano, ese estar a pocos metros de la persona admirada. ¿Para qué, si todo está al alcance de un clic?"
Más información en Deia.
