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Memorias XI Jornadas Autor

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Aramburu-Savater: teoría y práctica de la presentación de un libro

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Written by Francisco Javier Irazoki
Parent Category: Noticias
Published: 14 February 2012

Juan Cruz (El País) cuenta cómo fue la presentación del libro de Fernando Aramburu en Madrid:

Para presentar un libro hace falta, es obvio, un buen presentador. Y conozco pocos mejores que Fernando Savater; es más, lo conozco desde 1972, y desde entonces nunca falla. Es directo, se ha leído el libro, es capaz de resumirlo en un segundo y muestra afecto por el autor. En segundo lugar, y no siempre en primer término, el libro ha de ser bueno, el editor tiene que confiar en él. Es más, el editor debe acompañarlo, estar ahí con el libro y con el autor; eso es imposible de eludir: si el editor no está la audiencia se inquieta. Si él no vino, ¿a qué venimos nosotros?

El libro es bueno, en este caso, muy bueno; lo dijo Savater. Es más, lo dijo al principio y al final. "Me ha gustado mucho". Se notó. Claro, el autor es Fernando Aramburu, el libro de éste es Años lentos, premio Tusquets de novela, y lo presentaban, con la audiencia colmada, en la nueva Fnac, en Castellana, 79, Madrid, un sitio que me gustó mucho: sillones sin respaldo, de colores variados y muy vivos, lo que le daba el aire de sala de estar de un colegio mayor suizo o sueco. Y estaban los editores, claro, la directora de Tusquets, Beatriz de Moura, que da serenidad a los sitios (y a los autores), Juan Cerezo, editor, Natalia Gil, responsable de comunicación...

Todos esos elementos, es decir, esas personalidades, son fundamentales en el conjunto de una presentación. Al autor le da confianza, al auditorio le da certeza de que está asistiendo a una apuesta, y en general se consigue un ritmo que no es posible si alguno de esos elementos está ausente.

¿Y el libro? Ah, eso es lo fundamental. El escritor mexicano Gabriel Zaid acuñó una expresión ("hay que poner el libro en la conversación de la gente") que muchos copiamos: un libro ha de poner a la gente a conversar, tiene que ser materia de recuerdo y de discusión. Y este Años lentos marca ese ritmo: da para conversar. Savater fue muy veloz: la portada del libro, un paisaje nublado y lluvioso de San Sebastián es el marco en el que él (esa misma mañana de la presentación, por cierto) había hecho su caminata diaria... Y los años, el 68 de Donosti, tiempo en que se desarrolla la novela, le desata a él tantos recuerdos como al autor. Y Aramburu tomó aquel tiempo como su tiempo propio pero también como el tiempo de la ficción: habían matado al primer guardia civil que asesinó ETA y comenzaba en Euskadi un tiempo de niebla espesa, de plomo en las alas de un país que ya no se ha levantado feliz una mañana... O sí, pero olvidando.

Pero no es una novela sobre Eta, ni mucho menos, Aramburu reiteró varias veces esa convicción, alivió a la gente que estaba presente de la posible sensación de que otra vez el terrorismo agarrara el centro de un libro para monopolizarlo con su viscoso recuerdo. No, no es sobre ETA, es sobre las personas que vivieron aquel tiempo, cómo aquella vida fue afectando a cada una de esas personas, cómo era la Donosti que fue viendo el muchacho Aramburu, que en 1968 tenía ocho años.

La conversación fue en algún momento hacia el terreno de las técnicas literarias, pues el libro está sembrado de ingeniosas revueltas sobre el estilo y el recuerdo como materiales del escritor: es, por así decirlo, un libro que a veces se desnuda y deja ver la maquinaria en ejercicios que revelan el humor donostiarra (y alemán, desde hace veinte años Aramaburu vive en Alemania, le gusta la manera de razonar de los alemanes, su mujer es alemana) del escritor, de apariencia silenciosa como los donostiarras de adentro pero, en cuanto se le da materia, locuaz y sencillo, un buen interlocutor para el torrencial Savater, que en un momento determinado se puso a escuchar. A veces apuntaba cosas. Dijo: "Voltaire decía que contarlo todo es el primer paso para ser aburrido".

Aramburu estuvo de acuerdo. Además, indicó Savater, no es suficiente con contarlo todo. Aramburu dijo algo que nadie confiesa en las presentaciones: que cuando acaba de escribir se lo pasa a otros; "desconfío de mi mismo, así que les pido a los amigos que me digan en qué me he equivocado". A esas alturas el autor hacía rato que se había ganado al público, de calle, de modo que pudieron haber seguido horas a pesar de que los asientos no tenían respaldo... Pero le hicieron caso a Voltaire, y a su embajador en la tierra, Fernando Savater, y no lo contaron todo. Pues todo está en el libro.

Ah, y al acto fueron autores y periodistas. Estaban Nuria Azancot y Blanca Berasategui, de El Cultural. Y había al menos un autor, Rafael Reig, que ganó el premio Tusquets del año pasado. Y vi a varios editores. Y estas presencias (periodistas, autores, editores) sí que es excepcional en la presentación de un libro. Que lo sepa Aramburu, que vive en Alemania.

Contra el cliché

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Written by Luisa Etxenike
Parent Category: Colaboraciones
Published: 12 February 2012

Innumerables son las reescrituras literarias y cinematográficas que se han hecho de los cuentos de hadas. Y no me refiero a las simples versiones más o menos adaptadas al público infantil o el gusto de los tiempos, sino a las reescrituras verdaderamente críticas que se sirven de la parodia para clarear por debajo de esas tramas de princesas y príncipes azules, la estrategia mucho menos dulce e inofensiva que contienen esas historias y que consiste en perpetuar en las relaciones de pareja el sistema y el reparto de roles que dicta el sexismo más tradicional. Y para evidenciar también que esa estrategia se sustenta en un sofisticado entramado de símbolos, estereotipos y clichés de género.

Dice el escritor británico Martin Amis que un prejuicio es “un odio de segunda mano”. Me parece pertinente y valiosa esa definición que subraya todo el peligro que encierran los prejuicios, todos los destrozos que presagian. Y creo que conviene mantener los dos extremos juntos: la denuncia del cliché y la alerta máxima contra el prejuicio, porque a éste se llega o se empieza a menudo por aquel. O si se prefiere, los clichés, estereotipos, lugares comunes son umbrales o antesalas de los prejuicios porque contienen en germen aquello de lo que el prejuicio se alimenta en fruto: reduccionismo, desatención, anestesia de la curiosidad y la soltura de pensamiento.

Estamos en vísperas de San Valentín, es decir, sumidos ya en ese alarde de estereotipos amorosos, de romanticismo como de cuento de hadas, que acompaña cada año a esa celebración. Y aunque se observan algunas actualizaciones en la manera de abordar el asunto, éstas son mucho más de formato que de fondo. En fin, que la oferta de regalos, detalles y atenciones se adapta a las nuevas aplicaciones de tecnología y comunicación pero para transmitir mensajes de siempre, apoyados en construcciones de género convencionales, en repartos de roles tradicionales; en clichés de toda la vida. Y sin ningún cliché me parece fiable los de género me resultan los menos de fiar. Porque en un cliché no hay argumento para el cambio sólo alimento para que las cosas permanezcan como están.

Y ya sabemos cómo están las cosas para la condición femenina. Sabemos que bajo el enunciado formal de la igualdad de derechos circula, como en los cuentos de hadas, un segundo relato: el de la desigualdad (salarial, de reparto de las tareas domésticas y de cuotas de poder…) en la aplicación y disfrute de esos mismos derechos. Que la violencia contra las mujeres no cesa ni en intensidad —son nueve las asesinadas ya en lo que va de 2012, en uno de los peores arranques de año que se recuerdan— ni en alcance: se extiende significativamente a las nuevas generaciones. Que ni uno ni lo otro ocupan, como creo que deberían, el centro del debate democrático; sino una periferia de preocupaciones estereotipadas y de tratamientos cliché, definitivamente superados, caducados, por los acontecimientos.

Aparecido en la edición vasca de El País.

Fernando Aramburu, en 'Diario Vasco'

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Written by Roberto Herrero
Parent Category: Noticias
Published: 12 February 2012

Entrevista a Fernando Aramburu aparecida en el Diario Vasco el pasado nueve de febrero y firmada por Roberto Herrero. La foto es de Usoz:

Fernando Aramburu acaba de publicar 'Años lentos' (Editorial Tusquets). Una novela que transcurre en San Sebastián a finales de los años sesenta. El escritor donostiarra sitúa en su barrio natal de Ibaeta buena parte de las peripecias de una familia humilde, envuelta tanto en sucesos personales como políticos, narrados a través de la mirada curiosa de un niño.

Fernando Aramburu en Diario Vasco-¿Cómo de lentos eran aquellos años en San Sebastián?

-La sensación de lentitud es meramente personal. No descarto la posibilidad de que para otros ciudadanos aquellos años de la dictadura despierten una sensación distinta. Yo los veo en el recuerdo como una época de paralización y marasmo, con un régimen totalitario hostil a los cambios, con primeras planas de los periódicos dedicadas a inauguraciones y mandangas por el estilo. Las innovaciones de todo tipo, también las culturales, llegaban tarde, censuradas y con cuentagotas. Pienso, a modo de símbolo caracterizador, en la mano decrépita de Franco, ya muy metido en años, saludando débilmente desde algún balcón.

-¿Una novela que transcurre en el tiempo y lugar de su infancia es un diálogo con o contra la nostalgia?

-Hay sin duda en mi novela una tentativa de recuperación de una etapa personal definitivamente abolida. Eso sí punza en el corazoncito: saber que uno fue un niño, un cuerpo libre de desgaste, sano y vivaz, con una considerable provisión de futuro, y que algo tan bonito se terminó para siempre. Dejando a un lado dicha pérdida irreparable, no me aprieta la nostalgia por el tiempo o el lugar. No es especialmente divertido nacer en una dictadura y en un país bastante retrasado en aspectos económicos, pedagógicos, culturales y demás.

-Es una historia triste, en la que casi todos los personajes son unos pobres diablos.

-Yo no sé sacarles partido literario a los héroes. Me adapto mejor a los personajes populares o de origen humilde obligados a luchar por el sustento y el logro de objetivos elementales.

-Usted es también personaje central. Cuénteme la particular forma de escribir este libro.

-Es muy sencillo. La novela alterna dos discursos distintos que son preparatorios para una futura novela. Un informante me proporciona un material sacado directamente de los recuerdos de su estancia, siendo niño, en casa de unos tíos suyos afincados en el barrio de Ibaeta. Entre los distintos tramos de su memoria intercalo apuntes de mi puño y letra sobre asuntos que no figuran en el texto principal. De esta manera se llenan huecos en la historia del informante con comentarios, descripciones, añadidos informativos y otras cosillas, pero sobre todo se establece un juego dialéctico entre la realidad y la ficción.

-El tema de la violencia será destacado en los comentarios ya que uno de sus protagonistas es un joven tan idealista como ignorante que se adentra en ETA. Sin embargo, el libro va mucho más allá. Es un retrato de un barrio pobre de San Sebastián, muy alejado del glamour donostiarra. Parece una historia rural.

-Mi novela no trata de ETA, pero yo ya estoy resignado a que los periódicos me simplifiquen, me citen imprecisamente y me atribuyan lo que no he dicho. Esa batalla por la exactitud la doy por perdida. 'Años lentos' es, efectivamente, otra cosa. Reúne episodios referidos a una familia modesta de cuatro miembros. Dichos episodios se sitúan en un barrio de las afueras de San Sebastián, en un tramo temporal que va de 1968 a 1971. Y entre los numerosos episodios se encuentran, sí, unos cuantos que hacen referencia a los primeros giros de lo que no tardaría en convertirse en el torbellino terrorista que todos conocemos.

-¿Es junto a 'Fuegos con limón', su novela más autobiográfica?

-En ambos casos abrí el cajón de mi memoria personal y saqué todo lo que me pareció aprovechable, que no fue poco. No lo hice para contar mi propia vida, por lo que me resisto a aceptar que los dos libros mencionados sean autobiográficos. Esto es como el conejo en la chistera del mago. Si no se esconde primeramente, es imposible llevar a cabo el truco. En literatura pasa lo mismo, pero con vivencias propias en lugar de conejo.

-¿Habrá continuación de 'Años lentos'?

-Sí y no. 'Años lentos' es una pieza narrativa suelta para la que no preveo una continuación con los mismos personajes. Así y todo, si nada se tuerce me gustaría seguir contando historias sobre gente de mi tierra natal, donde han ocurrido tantas cosas desde la fecha de mi nacimiento, algunas tristes y trágicas, otras más risueñas.

-Lleva 27 años en Alemania. Cuando regresa a su casa familiar, ¿qué huellas encuentra del barrio que nos describe en el libro? ¿Qué le parece San Sebastián ahora?

-Mi barrio ha cambiado mucho. En mis tiempos daba directamente al campo. ¡Y qué campo! Colinas, praderas, huertos, arboledas, un riachuelo con anguilas; en fin, una excelente copia del paraíso terrenal. La ciudad se lo ha tragado, conservando el núcleo original de casas en torno al cual se han levantado los feos edificios de Errotaburu. Donde en mi infancia segaba la hierba el casero, con su guadaña, su burro y su capucha de saco, ahora hay que pagar OTA.

-'Años lentos' ganó el VII Premio Tusquets de Novela. ¿Cree que puede levantar sospechas el que usted publique casi todos sus libros en esa misma editorial ?

-El certamen, que ha quedado desierto en dos ocasiones, es rigurosamente limpio. ¿Que alguien abriga suspicacias? Pues es posible. A fin de cuentas, pensar mal forma parte de la naturaleza humana.

'Radio París' (10 de febrero 2012)

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Written by Francisco Javier Irazoki
Parent Category: Colaboraciones
Published: 11 February 2012

Pienso en las reflexiones con que Félix de Azúa analiza varias liviandades de la cultura contemporánea. Las palabras del escritor aportan un bálsamo: la queja sin fatiga. No es confortable mantener su contundencia frente a la superficialidad. En momentos de desánimo, el mundo parece una esfera donde viajan siete mil millones de miradores de zapatos. En mi rincón, Francia, abundan los hombres que son presidiarios de sus espejos. Algunos parisinos se repeinan ante las lunas de los escaparates mientras evalúan, con la barrida de una sola mirada, las recientes marcas comerciales. Intoxicados por la fachada impoluta, no les importa mancharse alegremente con la vulgaridad expresiva. Va cayendo sobre sus pecheras la mugre del idioma mal usado, pero las manchas mayores las produce el consumismo. Yonquis de la obediencia, necesitan inyectarse la dosis diaria de sumisión a la moda. Las consecuencias no pueden ser más funestas: conseguimos que las nuevas generaciones esperen con docilidad las decisiones de una cultura de supermercado. Militan en la resignación mercantil. Incluso les transmitimos un recetario limitado y para el postre nunca les falta la homofobia recién aprendida en los chistes escolares. Les hemos dicho que la imagen es la capital del universo y ellos se lo han creído con disciplina. En resumen, observan e imitan nuestra egolatría hueca. Deben aprender de unos predecesores -nosotros- drogados con la comodidad de la apariencia.

Aparecido en El Cultural.

 

Cita con la poesía 2012

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Parent Category: Actividades
Published: 08 February 2012

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