Relatos

Siempre me ha fascinado el ajedrez. Resume en un tablero de 64 casillas la sociedad de clases, la guerra, la estrategia, la observación, la renuncia. La vida y la muerte. Cuando veo una partida al aire libre, me gusta husmear. Siempre se aprende algo.

Ésta transcurría al aire libre en La Casilda. Un señor entrado en años frente a un adolescente. Dos generaciones separadas por más de medio siglo.
El viejo, con un bastón entre las rodillas, que sujeta en vertical y fuertemente con sus manos. Manos nobles, de obrero que supo siempre vivir de su sudor. El chaval, menudo y con su inseparable smartphone, que vibra constantemente.

Cuando llegué, no había aún bajas y los peones avanzaban lentamente franqueando el paso a los alfiles. Los caballos realizaban sus primeros saltos.

El viejo se lo toma con calma. Observa, mueve su palillo de lado a lado en la boca y entonces hace un movimiento. Lentamente, con humildad. Clic.

 

Cameron Diaz la armó hace unos días. Va y suelta que ella no pasa por eso de la depilación púbica. Que el vello y el pelo están para proteger, preservar  evitar catarros. Bastó con eso para que muchos y muchas que tienen su mirada en estos ídolos se mirasen la bisectriz y decidieran si era hora de un cambio de look: a ver si va a ser que ya no soy moderno.

Ya es trend topic, y genera debates en prensa, radio y tv. Y ésa es sólo la puntita, porque, una vez creada la moda, siempre hay quien quiere destacar, alcanzando, como siempre, extremos grotescos, y nadie será lo suficientemente moderno hasta que a alguien se le ocurra tatuarse el píloro (que llegaremos a ver).

Recientemente hemos asistido a debates en los que han participado notables pensadores que se han remontado incluso siglos atras para documentar sobre floreros y floretes, sobre ilustres pubis, unos pelones y otros con reproducciones de los jardines de Versalles.

Algunos llegaban a compartir su experiencia personal, teniendo el acierto de hacerlo en horas no próximas a la cena, para no arruinarnos la digestión. Ya hay defensores y detractores y en breve veremos que los gimnasios recuperan las axilas de generosa vegetación de los hippies de los 70 y será moderno y de buen gusto lucir golondrinos. Quienes nos roban, nos estafan y nos expolian, se estarán dejando los higadillos de la risa.

¿Cómo no nos van a robar la merienda si, mientras reina el caos, nosotros nos dedicamos a discutir sobre el blanqueo perianal?

Los platós llenos. Las mentes vacías.

"Puede lavarse las manos si lo desea" -dijo amablemente la señora Monty acercando una toalla inmaculadamente blanca al fontanero que acababa de arreglarle el grifo de la bañera.


"Mejor me las quito y las tiro a la basura, después de trabajar todo el día, están hechas unos zorros". Y dicho y hecho, ante los asombrados ojos de la señora Monty, aquel hombre de aspecto simpático y bonachón se desenroscó ambas manos y las tiró al cubo de la basura.
Todavía estupefacta por lo que acababa de ver le preguntó:
-"¿Y el resto del cuerpo también lo tiene usted de usar y tirar?"
-"Por supuesto, señora, actualmente si usted quiere los servicios de un fontanero de carne y hueso como los de antes, de un solo cuerpo para toda la vida, tendría que pagar un dineral". No sale rentable.
-Ya -dijo sin demasiado convencimiento la señora Monty, mientras le pagaba la factura por el arreglo del grifo y reflexionaba sobre el nuevo mundo de hombres y mujeres de quita y pon que se avecinaba y al que no acababa de acostumbrarse.

('Fontanería' pertenece al libro de relatos recientemente publicado 'Escena de familia con fantasma' , Menoscuarto,2014 )

Llegaron los tres cuando el tren ya había partido y no quedaba ni rastro de él: ni el humo, ni el ajetreado trasiego, ni el silbido. Estaban la nieve y las huellas de haber chapoteado los viajeros, el olor agridulce que deja la gente en el frío, los rótulos azules orlados de blanco, los luminosos desactivados, los barrios severos que dan la espalada a la estación, la negrura de la noche, el brillo fatuo de la nieve. Y nada más.

_ Vaya tela. So ein Mist! _Le oí decir al más alto.

_ ¿Qué harremos nosotros ahora? _Preguntó con fuerte acento el delgadito.

_ Ni puta idea, mein Schatz.

En ese momento apareció una gran dama de alta alcurnia, que llevaba al hombro una orquídea contrahecha con el mismo orgullo que los piratas llevan a su loro.

_ I ara? _Preguntó, ajetreada, con voz de corsario.

Así fue como los conocí. En uno de esos momentos cruciales en que las constelaciones hacen encaje de bolillos. El mismo tren que me repudió a mí, los había olvidado a ellos. Yo iba de vuelta a mi país, con la cabeza bajo el ala, acarreando a Ulrike como el boceto de un artilugio absurdo. Me había apeado a comprar unos periódicos y no entendí la llamada del tren deformada por la megafonía. Ellos tres vivían en aquella ciudad cuyo nombre aún no me había aprendido. Se iban para Budapest a pasar una semana: los billetes en la mano, los pasaportes y las reservas. Pero no siempre se puede alcanzar al tren. A ellos se les veía contrariados, pero no enfadados. Yo estaba todavía en pleno shock.

_ Haben Sie auch den Zug verpasst? _Me preguntó la dama atiplando mucho la voz.

_ No, yo no. Me ha dejado tirada él.

_ ¡Madre del amor hermoso! -Dijo el alto- Cuatro desahuciados con una lengua común. ¡Qué argumento para un corto!

En el restaurante de la estación, situado en el primer piso como en los aeropuertos, nos recogimos a pensar qué hacer con el estado de las cosas. Mi maleta sería la única que disfrutaría de Budapest. Por la mañana la reclamaría. Ellos les habían dejado las llaves de su casa a sendos amigos y/o vecinos para que cuidaran de las gatas y regaran la colección botánica. Hasta la mañana no era plan de alertarlos. De modo que teníamos toda la noche por delante. En una noche hay tiempo para forjar una relación basada en un conocimiento detallado. Eso no ocurre durante el día. Esa noche nos cantamos una ópera de idiomas entrelazados. Y cuando amaneció, estábamos al tanto de los pormenores de nuestras vidas y sentíamos la fuerza de la amistad imperecedera.

Publicado en Espéculo. Revista de estudios literarios. Univ.Complutense de Madrid
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero36/karyukai.html

Ángela Mallén: Los caminos a Karyukai, Arte Activo Ediciones

—No quiero saber nada más

de lo que ya sé— pensó el niño

justo antes de nacer.

Y nació de culo.

Joseba RoldánJoseba Roldán. (Donostia, 1979). Tras su descalabrado paso por la facultad de informática, logra finalizar sus estudios técnicos para pasar a formarse como actor de teatro en el TAE de San Sebastián y en otras escuelas. Desde entonces divide su tiempo entre su profesión oficial (técnico informático) y su profesión oficiosa (las artes escénicas). Actualmente edita y dirige el fanzine literario Alquimia y trabaja en la colección de textos breves Godot me está esperando.