Entrevista aparecida el 24 de enero en Deia.

"Con una piruleta en forma de corazón y una taza de sangre, el escritor bilbaino Juan Carlos Márquez estrena 'Llenad la tierra' (Menoscuarto Ediciones), un libro que recoge 23 relatos que tienen el tema de la familia como punto en común.

Juan Carlos Márquez (Bilbao, 1967), licenciado en Ciencias de la Información y ahora profesor de escritura, cuenta con una docena de premios, entre ellos el Unión Latina y el Rafael González Castell, pero asegura que no son algo fundamental en su carrera.

Los 23 relatos del libro tienen a la familia como hilo conductor. ¿De dónde surgió esa idea?

En realidad no fue algo que yo elegí conscientemente. Mi forma de escribir es independiente: empiezo un relato, lo termino y voy al siguiente. Cuando tengo un número considerable de ellos pienso en la idea del libro. Esta vez los revisé todos y llegué a la conclusión de que el hilo conductor era la familia. No fue algo que decidí, sino que surgió con el tiempo.

En algunos de ellos utiliza solo el diálogo. ¿No le gusta la voz en "off"?

Lo cierto es que a veces encuentro en el diálogo una forma muy fresca de decir las cosas. Otras veces, con la voz en off consigo una apariencia más discursiva. Ya no me planteo casi nada cuando escribo. Soy profesor de escritura y, precisamente, cuando trabajo en mis relatos hago todo lo contrario de lo que suelo recomendar a mis alumnos.

Sus relatos no se desarrollan en un escenario concreto. ¿Busca la universalidad?

Lo hago porque en realidad aborrezco profundamente el costumbrismo y esas novelas en las que si están en Asturias, comen fabes o beben sidra. Lo odio. Es demasiado tópico. Además, ¿qué más le da al lector lo que coman los personajes? Su verdadera fuerza está en lo que hacen y dicen, no en sus costumbres o rutinas.

Todas sus historias tienen un componente surrealista. ¿Por qué?

Yo no sé qué es la realidad. Vivimos en un mundo tan complejo que ya no sé qué es exactamente, y la única manera de acercarme a ella es introducir un elemento extraño que me haga bordearla para llegar a sentimientos y sensaciones que puedan ser reales. Creo que el riesgo de caer en el realismo es que no estamos describiendo la realidad, sino haciendo representaciones de lo real. Pero eso no es lo auténtico. Eso lo único que hace es conducirnos a la ficción, a historias que no están vivas. A mí no me gustan esos relatos porque el realismo es lo más alejado de la realidad, ya que lo que hacen es reproducir un patrón.

¿Cómo cree que percibe el público este género?

La gente entiende el surrealismo como un género con el que no se van a enterar absolutamente de nada. Y no es eso en realidad. Es una forma de llegar a un estado de subconsciencia que hace llegar a lo consciente. Esto tiene su complicación, porque tiene que estar en un marco perfectamente identificable. Yo trabajo con elementos absurdos o surreales, pero lo hago siempre dentro de un marco real.

Ha ganado varios premios, entre ellos el Unión Latina. ¿Era algo que buscaba especialmente?

No, de hecho ya casi no me presento a nada. Lo hice porque es la única forma, si no tienes una red de contactos o padrinos, de poder publicar un libro. Por lo tanto, participé para ganarme poco a poco un espacio y, a raíz de eso, conseguí que un editor se leyera el libro y me publicara. De otra forma es prácticamente imposible alcanzar esa meta.

¿Cómo ve el panorama actual literario?

Me parece bien en cuanto a que siempre que hay algo nuevo haya un movimiento. La llamada generación nocilla son ahora los reyes del marketing. Esto último es algo que no se había barajado hasta este momento. Esa actividad de publicitar sus libros y esa red, casi excluyente con los demás, tiene ahora su sentido. Esta generación nocilla ha hecho mucho ruido y hay dos o tres muy válidos, pero lo cierto es que, en general, ha hecho pocas nueces. Tendrán que pasar siglos para comprobar cuáles eran los realmente válidos.