El escritor navarro Hasier Larretxea publica su último poemario “Barreras”, traducción a castellano de su anterior trabajo “Atakak”. En esta larga entrevista, reflexiona sobre la poesía, la necesidad vital de escribir y sobre los temas, locales y universales, tratados en sus poemas.

 

 

(Entrevista de David Tijero aparecida en su blog)

 

Este poemario en lengua castellana hará que muchos nuevos lectores sepan de ti. Cuéntales quién es Hasier Larretxea.

Hasier es un chico que nació hace 31 años en el seno de una familia rural en el pueblo de Arraioz, Valle de Baztan, norte de Navarra. Durante la infancia el deporte rural estuvo muy presente en mi vida, y esa fue la manera en la que iba descubriendo la vida. Mi padre, con una trayectoria consolidada y campeón de Navarra como levantador de piedras, de txinga erute, quiso que desde muy pequeño interiorizara ese afán y dedicación hacia ese deporte tan aferrado con la tierra y sus costumbres. En un campeonato de Aizkolaris Juveniles de Euskal Herria dejé la tarea sin finalizar. Un tronco y medio sin cortar. Eso supuso un antes y un después felizmente para mí. Yo sabía que ese no era mi mundo. Honestamente no era algo que me atraía. A mi padre le costó años darse cuenta. Ese día fue crucial. La poesía ha supuesto encontrar un cobijo, una razón para seguir a mi propia brújula de vida. En el fondo, la literatura ha sido para mí una manera de revelarme ante lo que se esperaba de mí. Un refugio y un aliento. Un lugar donde desde la adolescencia rural poder resguardarme y poder ser, aunque en una parcela más minúscula yo. Otro momento de mi vida que ha sido decisivo fue cuando me vine a vivir a Madrid hace más de seis años. Y es aquí donde comencé a escribir con más regularidad y a publicar.

 

Si bien puede ser lógico que un autor bilingüe publique en sus dos idiomas, este no siempre es el caso, ¿cuál ha sido el principal motivo que te impulsó a traducir al castellano tu anterior libro?

El ejercicio de la traducción es algo que en mi espacio natural me lo solicitan, y que difícilmente realizo por lo que supone en sí un proceso de traducción. Es cierto que traduje algunos poemas de “Atakak” (Alberdania, 2011) para compartirlos entre amigos. Es algo que tenía en mente pero no encontraba el momento adecuado. Y me daba pereza, mucha pereza traducir todo un libro de poesía. Cuando creía encontrar ese espacio prefería leer o escribir nuevos textos. Pero todo cambió cuando recibí la llamada del editor y me dijo que el libro fue finalista del Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández”, premio que conceden a un libro publicado por un poeta menor de 35 años. No tenía mucha fe en el premio. Tuve que traducir el libro para que el jurado deliberara. Y como intuía, quedé finalista.  Como tenía la traducción entre las manos lo envíe a La Garúa. El proceso de publicación fue fugaz. El entusiasmo de Joan de la Vega hizo que, en contra de lo habitual (que son esperas de años) el libro esté  en las  librerías.

 

La tentación de variar escritos de hace un tiempo siempre está presente al releerlos, ¿A la hora de traducir tus poemas has intentado ceñirte a lo ya escrito o te has sentido libre de variar el contenido del original para expresar nuevas ideas?

Es cierto que una traducción abre muchos horizontes, y a mí me sirvió para entender en su plenitud el libro que había escrito, y pulirlo a través de ese proceso. He intentado ser lo más fiel posible al texto original, teniendo en cuenta que son poemas, y algunos excesivamente crípticos. Ahí me di cuenta de aspectos a pulir en el futuro. Del equilibro entre la complejidad discursiva y la melodía del lenguaje y su entendimiento. Gracias a la traducción he podido pulir algún aspecto, mínimo, porque mi misiva era ser fiel al original. Ahí he tenido el apoyo de Zuri Negrín a la hora de adecuarlo al castellano. Ha sido para mí un tetris algo complejo. No es nada fácil traducir poesía y aunque la hayas escrito tú mismo.

 

Una de las características de tu estilo puede ser esa capacidad de contar mucho con un uso mínimo de palabras, una cualidad que yo personalmente valoro bastante cuando la tónica parece ser toda la contraria, perderse en artificios lingüísticos para decir más bien poco, ¿es algo buscado el reducir al máximo el número de palabras para describir situaciones, sentimientos, ideas o es algo que surge de forma inconsciente?

No me esmero en que el resultado sea ese, si no que ya sea por mi propia personalidad o porque tengo una tendencia innata a ser algo parco en palabras de manera natural y sin mucho esfuerzo es donde más cómodo me encuentro. También porque me intriga lo que aguardan  los silencios literarios, las elipsis. En lo que se queda atrás. En lo que no se dice (tan explícitamente). Así como en la narrativa, en la poesía busco lo que esconden los textos. Lo que el autor no dice. Intento no desgastar los significados de las palabras con el uso de ellas. Que mantengan su pureza y dignidad.

 

La sugerencia,  más que la explicación directa abunda en tus poemas. No son textos que un lector pueda abordar de forma pasiva y exigen una reflexión para completar la idea que pretenden describir, generando incluso una especie de incomodidad a resolver en quien los lee, ¿estás de acuerdo con esta apreciación?

Es cierto que tengo tendencia a una contundencia a la hora de enfrentarme a escribir un poema y a la hora de trazarlos. En este libro hay un punto de partida que son los conflictos mundiales, las heridas de guerra y los edificios derruidos, que en ocasiones son los muros de la memoria y de la vergüenza. Continúo realizando un recorrido más cercano en la segunda parte del libro donde ahí los poemas parten desde la geografía del valle del Baztan, sus silencios, paisajes, y vida rural. Al final del libro diríamos que hay poemas desde una esencia más vacía, que desde la luminosidad, oscuridad, la memoria y el olvido en parte, solicitan al lector que construyan su propia historia. En parte, eso buscamos cuando disfrutamos de una lectura, una película o una obra de arte. La conexión con nuestras propias experiencias y los significados singulares que dotamos a una perspectiva personal. Que lo que escribas, y más en cuanto a la poesía no sea el ejercicio individualista donde el yo prevalezca sobre todo. No es un simple diálogo entre el autor y el mundo. Es importante el equilibrio entre el aliento del autor y el texto. Entre lo que quiere mostrar de sí mismo y lo que esconde. En que se difumine el autor y prevalezca el texto para que el lector lo haga suyo.

 

El silencio suele estar más cerca de la paz que la poesía, ¿qué es para ti el proceso de escribir poesía, una necesidad, un ajuste de cuentas con la existencia, un simple divertimento?

Concibo el ejercicio de la poesía como una purificación personal con el pasado rural y conmigo mismo. Un diálogo desde la distancia kilométrica con los ancestros, con las genealogías, con los nudos y cortezas desde la hendidura que azota al paisaje y a la mirada del autor, congelando instantes, rituales, silencios, el vuelo del pájaro. La poesía como ejercicio artístico honesto y que dignifica a quienes no han aparecido en los libros de historia. Es el recorrido, mediante la palabra que emerge desde la desolación y el horror que atraviesa aldeas, se bifurca en conflictos, se enciende en lugares donde lo transfronterizo bulle desde el otro lado. Desde el lado donde dormitan las ánimas y las luciérnagas. “Barreras” son las extensiones que el ser humano ha ido erigiendo para diferenciar y acotar las tierras. “Barreras” impuestas y que nos las ponemos. Lo exterior en lo interior. Lo interior que, inevitablemente proyectamos en la comunidad, en la aldea. Lo concebido y lo aceptado. El sonido de las campanas de la muerte, y el aire que deja de transpirar en los valles donde todavía el pasado reciente pesa en las convenciones y en las festividades familiares y sociales. No entiendo la poesía como ejercicio pasajero, ni superficial. También entiendo la poesía como un ajuste de cuentas con el pasado y la historia. Como el murmullo de la memoria y la agitación de la amnesia general. La poesía como hilo fino que nos conecta con vidas e historiales pasados. Con lo que pudimos ser. Con lo que proyectamos. La poesía puede ser el aliento que se proyecta en nuestro propio devenir. La forma en la que nos proyectamos y moldeamos nuestro ser.

 

Una pregunta que me hicieron hace un tiempo y no me resisto a preguntarla yo también, ¿para qué sirve un poeta en 2013?

La concepción de utilidad no es intrínsecamente algo poético o que le concierne a la poesía. La poesía, como en décadas anteriores ofrece ese espacio y territorio a las personas que se pueden acercar sin prejuicios a ella. La poesía puede ser latido, aliento, purificación. El equilibrio metódico y melódico entre el discurso y la vida. Entre el paisaje interior y las vistas al mundo. He de decir que pasando al plano editorial actual,  la diversificación editorial, y la situación económica está llevando a las editoriales de poesía a una situación complicada y de difícil supervivencia; es por ello, que también las editoriales independientes o más pequeñas estén apostando a partir de esta coyuntura en publicar obras más arriesgadas y estilísticamente más ricas. A mí me regenera esa contundencia poética, esos claroscuros esenciales, pero como ejercicio poético, lingüístico que me limpia de ese pus, cerrando las costras de mi persona, y pacificándome con ese pasado donde acechaban los fantasmas.

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