En una actividad tan individualista como la de escribir, ¿En qué puede ayudar la asociación?

La Asociación tiene que buscar soluciones a los problemas de los autores y apoyarles en sus intereses comunes. Por ejemplo, creemos que es importante digitalizar las obras libres de derechos de los asociados y constituir con ellas un escaparate virtual para difundirlas. También tenemos intención de impulsar la participación de nuestros asociados en las Ferias del libro, los stands de las librerías, las instituciones culturales y los medios de comunicación. Hemos potenciado nuestra web corporativa para dar más eco a las opiniones de los asociados. Se está realizando un video promocional en el que han participado cuantos asociados han querido y estamos estudiando propuestas para acercar la literatura vasca al ciudadano. También queremos crear lazos con otras entidades análogas y ofrecer nuestra colaboración a todos los organismos o administraciones que puedan ayudarnos a favorecer el conocimiento de la obra de nuestros autores.

¿La crisis puede convertir la literatura en un ‘ghetto’?

Los escritores siempre hemos vivido en una crisis permanente. Si miras la historia de la literatura, es rarísimo encontrar autores que vivieran bien. O simplemente, que pudieran vivir de su trabajo como escritores. Para sobrevivir, los escritores han desempeñado toda clase de oficios, algunos de ellos muy peregrinos. Kafka fue toda su vida agente de seguros. Bukowski no pudo dejar de trabajar como cartero hasta que tuvo 49 años. Melville escribió Moby Dick después de trabajar en un ballenero. Roberto Bolaño vivía de su trabajo como guarda nocturno en un camping. Colette abrió un salón de belleza cuando tenía ya 60 años. Orwell fue policía en Birmania, lavaplatos, vagabundo, maestro de niños. No sé lo que pasará con la crisis, pero escribir es una necesidad que se lleva dentro y produce mucha satisfacción, así que creo que los escritores, para bien o para mal, seguiremos con nuestro trabajo, porque somos muy capaces de sobrevivir a todo.

¿Hay talento literario en Euskadi?

Sí, claro, en todos los ámbitos. En ficción, en poesía, en teatro, en ensayo… hay autores vascos muy talentosos.

 

¿Cree que falta apoyo para escritores noveles?

Y para los no noveles. Escribir es duro y publicar es difícil. Y va a serlo aún más de ahora en adelante, porque la crisis editorial va a provocar que los editores no arriesguen con autores poco conocidos o con libros muy personales. Sí, claro que hace falta apoyo, porque un país que no apoya a sus creadores es un país que va a empobrecerse.

 

¿Cree que es una desventaja vivir en Euskadi, fuera de los círculos de influencia editorial de Madrid y Barcelona, para ser escritor?

No. Creo que eso fue así en el pasado y el famoso consejo de Pío Baroja, “si quieres ser escritor vete a Madrid y ponte a la cola” ha sido válido durante mucho tiempo. Pero los escritores vascos actuales están yendo y viniendo constantemente a Madrid, Nueva York o Sidney. Y a veces, simplemente con un clic del ratón. Los problemas ahora no vienen tanto por los territorios como por otros asuntos.

 

¿El escritor vasco tiene algunas características propias?

Hasta donde yo sé, no. Al menos, a mí me resultaría imposible distinguir a un escritor vasco de otro que no lo sea.

 

¿La presencia de la mujer en la literatura vasca actual es real?

Desde luego. ¿En qué literatura del primer mundo no lo es? Sin embargo, aunque esa presencia sigue una tendencia ascendente, también es cierto que hay un número mucho menor de escritoras vascas que de escritores. Además, los libros de las autoras se reseñan mucho menos de lo que sería proporcional a los títulos publicados, el canon sigue siendo “cosa de hombres” y cuando los suplementos literarios recaban la opinión de los escritores acerca de cualquier cosa, las escritoras apenas están representadas. Realmente mantener una producción continuada sigue siendo más difícil para ellas que para ellos. Ahora se ha convertido en moneda común el invitar a las escritoras a participar en algún acto “para cubrir el cupo”. Y muchas veces, quien hace la invitación con esa coletilla, ni siquiera se da cuenta de lo irritante que resulta oírlo. En fin, que también en ese campo queda mucho por hacer.