Entrevista aparecida hoy 25 de octubre en la edición vasca de El País y firmada por Yolanda Montero:

La escritora Luisa Etxenike presenta mañana (19.30) en el Centro Cultural Oquendo de San Sebastián su nueva novela El detective de sonidos (Editorial Libros de Pizarra).

Pregunta. ¿Cuál es el argumento?

Respuesta. El detective de sonidos se presenta en clave irónica como una reinterpretación de la novela negra. Es un detective un poco particular, muy joven e inexperto, que pone el siguiente anuncio: "Se hacen biografías sonoras". Le salen dos clientes y se ve envuelto en el paisaje de sus vidas. Ese paisaje le arrastra a la verdadera investigación, que es la de su propia vida, marcada por un suceso familiar.

P. Una vez más aborda el tema de la memoria y los recuerdos. ¿Por qué le interesa tanto?

R. Estamos en un momento, particularmente en Euskadi, en el que la intersección entre pasado, presente y futuro es muy importante. Coincido con Nietzsche, quien decía que el hombre de más larga memoria será el hombre del futuro. Pienso que el presente se vive de manera lúcida cuando también podemos dialogar de una manera lúcida con el pasado. Y que sólo hay futuro cuando no interrumpimos la cadena temporal.

P. También vuelve a tratar la vergüenza y la culpa.

R. Ese joven inexperto siente más vergüenza que culpa. La culpa es, a veces, algo que nos viene del exterior. Y, a veces, el exterior nos exculpa. Tiene componentes más colectivos, mientras la vergüenza es algo íntimo, una irrupción de una comprensión de la que no puedes desviar la mirada.

P. Incide mucho en la palabra.

R. En una novela estructurada como una novela negra, los diálogos son muy importantes. Pero la comunicación es importante asimismo, porque también es una novela sobre la transmisión de generación en generación de lo que pasa. La memoria, sobre todo la colectiva, pero también la personal, es muchas cosas importantes, entre ellas, un eslabón que une generaciones. Cómo se articula esa transmisión de la memoria es clave en la novela: no sólo verbalmente, también con gestos.

P. "Solo hay muerte al cabo de una vida comprendida", dice la anciana Urrutia al protagonista.

R. El joven se encuentra enfrente con una mujer compleja y generosa, que le va a dar una de las lecciones fundamentales. Esa mujer dice que solo muere lo vivo y que hay que comprender la propia vida. Hay que tener una comunicación no interrumpida con lo que somos, pero también con lo que fuimos, porque creo que hay que reconocer al ser humano la capacidad y la oportunidad de ir transformándose.

P. ¿Eso vale para la sociedad?

R. Sí. Por eso insisto en el momento importante en el que estamos en Euskadi. Para saber lo que somos y para desear ser una sociedad diferente y mejor, tenemos que saber lo que fuimos, lo que pasó. Esa mujer está diciendo finalmente que solo hay vida cuando se comprende la vida.

P. "El excipiente de la vida es la ironía; y la ironía es réplica, es decir, que siempre juega a favor de lo humano".

R. La clave de esta novela es esa frase. Es una definición irónica de la ironía. No es la ironía de la broma. Es la ironía en el sentido profundo: las cosas se nos representan con sus dos caras. Si vemos la réplica, siempre se puede elegir la alternativa a donde estamos y a lo que estamos haciendo. Y en esa elección hay una posibilidad de crecer y ser mejor.