EL OTOÑO DEL PATRIARCA

Gabriel García Márquez

1975

Tantas veces como lo he vuelto a releer me ha vuelto a impresionar y me ha descubierto aspectos nuevos de la fuerza y la profundidad del personaje déspota que Marquez nos plantea.

Es un libro distribuido en varios capítulos, pero que sólo tiene comas, apenas puntos. Se lee de corrido y tiene la verborrea subyugante de Márquez, además de su brutalidad característica en muchos de los párrafos. La novela comienza contando como encuentran definitivamente muerto a un dictador, después de haber creído muchas otras veces que había fallecido al localizar otros cadáveres, que en realidad eran dobles suyos, lo que hace que les cueste creer que está definitivamente muerto. El desarrollo de la novela explica las horas bajas, el miedo a la muerte, a la desobediencia y el pánico a la traición de un hombre que ha centrado en sí mismo todo el poder hasta el punto de obligar a su pueblo a que actuase como si hubiese amanecido en plena madrugada y a que todo el mundo se pusiese a trabajar cuando él lo ordenaba y sólo por culpa de su insomnio, una dificultad para dormir que le hacía descansar en el suelo, apoyado sobre su brazo y cerrado con siete llaves y tres cerrojos, que es la simbología que utiliza el autor para explicar su temor. En fin... es pura literatura, un tesoro.

Hay muchos párrafos sublimes, pero voy a poner el primero, o mejor dicho, ya que casi no hay puntos, la primera página, dice así...

"Durante el fin de semana los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza. Sólo entonces nos atrevimos a entrar sin embestir los carcomidos muros de piedra fortificada, como querían los más resueltos, ni desquiciar con yuntas de bueyes la entrada principal, como otros proponían, pues bastó con que alguien los empujara para que cedieran en sus goznes los portones blindados que en los tiempos heroicos de la casa habían resistido a las lombardas de William Dampier. Fue como penetrar en el ámbito de otra época, porque el aire era más tenue en los pozos de escombros de la vasta guardia del poder, y el silencio era más antiguo, y las cosas eran arduamente visibles en la luz decrépita”.