Seguimos compartiendo fragmentos de la obra "Cenizas y fuego. Crónicas de Ryszard Kapuściński" de Amelia Serraller.

El siguiente fragmento es continuación de los ya publicados en esta misma web. Puedes releer los anteriores aquí y aquí.

 

Cristo con un fusil al hombro: compromiso y polémica

La curiosidad que despiertan las figuras de los revolucionarios cubanos es común a todo el Bloque Comunista, pero también alcanza el llamado Primer Mundo. Al reportero le fascina el personaje del guerrillero, el joven dispuesto a sacrificar su vida por un ideal, abocado a un fatídico destino al igual que los héroes de las tragedias griegas y los grandes personajes de la tradición romántica polaca. Nuevamente, Kapuściński ha sido destinado a un lugar idóneo para creer en las utopías, lejos de los ajustes de cuenta de sus paisanos burócratas.

Los finales de los sesenta y comienzos de los setenta eran años contestatarios a un lado y otro del Telón de Acero, en los que además todo un continente, África, se independiza del yugo colonial.

En el panorama internacional destacan asimismo los sucesos iberoamericanos, el enorme potencial de una parte del mundo en la que los gobiernos socialistas de Cuba, Chile y más tarde Nicaragua gozan de un amplio respaldo popular. Se podría hablar incluso de un hervidero ideológico y artístico, puesto que el mundo entero descubre dos nuevas formas de entender el cristianismo y la literatura, la teología de la liberación y el boom del Realismo mágico. Kapuściński se encuentra en el meollo de todo ello, con la ventaja de que la tradición de la literatura documental polaca (literatura faktu), que él cultiva, se halla muy próxima al concepto de lo real maravilloso.

Cristo con un fusil al hombro está imbuido de esta atmósfera electrizante, y funciona además como un compendio de sus primeros escritos latinoamericanos. Se da pues un curioso caso de intratextualidad: si bien Kapuściński tenía la práctica de publicar primero sus reportajes en prensa a lo largo de números sucesivos del mismo medio, para luego seleccionar los mejores y agruparlos en un libro, el caso de Cristo es un poco distinto. Con él, inaugura otra de sus prácticas predilectas: insertar un texto suyo de considerable extensión que ha aparecido en el mercado editorial anteriormente, acortarlo e incluirlo en un nuevo volumen. Eso es lo que ocurre con Por qué mataron a Karl Von Spreti, un texto autónomo que sacó a la luz la editorial Książka i Wiedza en 1970, que, convenientemente retocado, es uno de los capítulos de Cristo.

El libro en cuestión es un mosaico que se subdivide en dos grandes bloques, más una especie de coda final, breve, pero de distinto tema. El primer bloque está dedicado al conflicto palestino-israelí, narrado desde la perspectiva árabe. Consta de los siguientes reportajes: Fedayines, Caín y Abel, Vía Crucis, La batalla de los Altos del Golán. El segundo y más extenso, es el propiamente americano, y está integrado por el capítulo que da título a la obra y otras cuatro narraciones más: El hombre teme a otro hombre, Victoriano Gómez ante las cámaras de la televisión, el ya mencionado Por qué mataron a Karl Von Spreti y Guevara y Allende. Cierra la obra un texto suelto, cuya temática es radicalmente diferente de las anteriores: El primer disparo por Mozambique.

Esta variedad resulta intrigante: ¿por qué esta mezcla de conflictos tan lejanos entre sí? El autor mismo quiere que nos hagamos esta pregunta, porque para despejar cualquier tipo de incógnita se necesita de la reflexión. Con estos saltos nos ofrece un panorama global de un mundo en el que hay varios frentes abiertos simultáneamente. Conflictos que, pese a la distancia geográfica, presentan muchos rasgos en común: se trata de graves injusticias que es urgente reparar, o al menos denunciar.

Pese a que el escritor polaco vive ajeno a los vaivenes que recorrían por entonces Europa, capta el espíritu de esos tiempos de inconformismo y rebeldía y nos trae información de los auténticos protagonistas de este cambio, que son los países que han sido colonizados. De hecho, dichos países se alzan contra la metrópoli, que los vampiriza impunemente. Mediante las revoluciones, la colonia renuncia a su rol de sometimiento cambiando así la percepción y la mentalidad de la metrópoli.

La lucha de los países subdesarrollados por reconquistar la dignidad es el acontecimiento más importante de nuestra época, nos está diciendo Kapuściński. El futuro está en el Tercer Mundo y no en las decadentes culturas europeas. Dentro de esta línea general que recorre todo el libro, la presencia de Mozambique tiene también otra función: al reportero le gustan los anticipos, y crear un vínculo con el lector, al que de esta forma avisa de que no ha dado por concluido el capítulo africana, que de hecho será la dirección dominante que tome su obra inmediatamente posterior. Pensemos en los casos de Un día más con vida, que se publicó tan sólo un año más tarde, de la mitad de La guerra del fútbol y de El Emperador, ambos de 1978.

El periodista polaco, que sabía promocionar su trabajo, es consciente de que con los libros que transcurran en más de un continente contará con un mayor número de lectores, y de que es posible que los interesados en determinado país descubran casualmente otra cultura. Asimismo, la abundancia de cambios ayuda a interesar al público, junto a lo vibrante, actual y casi desconocido del tema. Por todo ello, resulta casi imposible aburrirse con la lectura.

Si bien la variedad facilita la tarea al lector, supone un auténtico desafío para el escritor. ¿Cómo hacer inteligible una obra tan dispar? Principalmente, por medio de un lenguaje claro y sencillo, así como la repetición de una serie de elementos.

A Kapuściński le gusta escribir con un estilo diáfano. Para él era casi una cuestión de principios: la dignidad no está sólo en el autogobierno, sino también en el acceso a la cultura. En ese sentido, el reportero polaco era un divulgador de la Historia y la actualidad de los rincones más olvidados de nuestro planeta.

En cuanto a los mecanismos de cohesión, Cristo con un fusil al hombro es todo él un canto a la figura del guerrillero, que es universal, pese a que existan múltiples sinónimos procedentes de distintas lenguas y contiendas, como fedayin, partyzant, maqui o freedom fighter. El futuro de las revoluciones es incierto, pero el guerrillero es el presente. Kapuściński encuentra de nuevo la épica de lo cotidiano en los países en guerra, pero, sobre todo, en el hombre que arriesga su vida por un ideal.

Así, Cristo con un fusil al hombro es un poema épico en prosa, una especie de cantar de gesta contemporáneo, que no tiene versos sinocifras, citas, fechas y datos. Como puede deducirse, estos últimos no sólo ayudan a contextualizar la información, sino que imprimen un ritmo a la narración, imbuyéndola además de una sensación de inmediatez, de realidad tangible y fidedigna.

Para acabar con este análisis, cabe decir que uno de los subtemas o hilos conductores de este libro, pero también del conjunto de la obra de Kapuściński, es el motivo de las botas. De él se encuentra una recopilación exhaustiva de citas en el Cuaderno de comunicación Ryszard Kapuściński nº 1, hecha por Agata Orzeszek, traductora al español de la obra del escritor y periodista.

En cuanto al impacto del libro, la idealización de la figura del guerrillero es el aspecto verdaderamente polémico de la obra. Al respecto escribió Domosławski un artículo, Kapuściński contra la manipulación [1], en el que insinúa claramente que estos héroes de ayer son los terroristas de hoy. La tesis del artículo es la siguiente: el escritor y periodista es admirado internacionalmente con un ardor inusitado, gracias a que no se entiende su mensaje sumamente progresista y, por tanto, políticamente incorrecto. En la misma línea analiza Cristo con un fusil al hombro, al que Domosławski vuelve en varios capítulos de la biografía de su mentor.

Por su parte, la publicación en febrero de 2010 de la traducción al castellano de Cristo al castellano nos dejó una serie de comentarios y reseñas, en las que destaca la siguiente crítica del periodista catalán Arcadi Espada, ferviente admirador de Kapuściński antaño:

Hay dos textos puramente espeluznantes: “¿Por qué mataron a Karl von Spreti? y “Guevara y Allende”.

(…)

Sobre el segundo bastará la gran revelación: que el bondadoso Guevara dejaba ir libres a sus prisioneros, en vez de torturarlos y fusilarlos. Alguien podría objetar que fue una época. El libro es de 1975. El juzgar las convicciones de ayer con los datos de hoy, esa mandanga. No. [2].

Ambas posturas invitan a la reflexión: sin duda, Kapuściński estaba lejos de ser ese anciano periodista dotado de un gran sentido común, pero excesivamente buenista, la imagen que difundía la prensa internacional al final de sus días. Hay que hacer énfasis en que la domesticación del reportero fue denunciada en España antes que en ningún otro país (incluso que en Polonia) por Gregorio Morán en una de sus Sabatinas intempestivas, Francesc Marc Álvaro en su artículo Ryszard ypor el mismo Arcadi Espada en una entrevista que le hizo al autor en agosto del 2000, en la que conminaba a no “confundirse con su bondad: va armada de una de las escrituras más bellas y poderosas del siglo”.

Todos estos análisis son certeros. En este aspecto, los argumentos que también esgrime Domosławski son incontestables, aunque cabe preguntarse si no ocurre lo mismo con los grandes escritores famosos: su discurso se simplifica y desnaturaliza para que sea aceptado sin problemas por el conjunto de la sociedad.

América Latina, sin embargo, supone un pequeño escollo para esa tesis, como si fuera la excepción que confirma la regla. Y es que en esta serie de reportajes los lectores detectan perfectamente la carga ideológica de Kapuściński y eso es precisamente lo que tanto atrae: revivir con nostalgia la utopía revolucionaria. Un autor que habla de su historia reciente, que ha sido muchas veces relegada a un segundo plano, y que proporciona una cierta legitimidad a la lucha armada de la guerrilla.

Suele decirse asimismo, que Kapuściński rescataba los conflictos más remotos del olvido, sin que lo supieran nunca sus protagonistas. En cambio, los latinoamericanos han cerrado el círculo leyendo al reportero con unción.

Por otra parte, resulta muy interesante confrontar a Arcadi Espada con Artur  Domosławski. Ambos parecen estar diciendo lo mismo, que el maestro está mediatizado por la coyuntura política, pero conviene matizar sus visión: Espada encuentra en ello, casi más que una falta de perspicacia, una cobardía moral; el biógrafo, sin embargo, sostiene que tenía una visión del mundo de un hombre de izquierdas, con lo que sus retratos del pasado ya no son políticamente correctos, mientras que sus descripciones del presente (refiriéndose explícitamente a su rechazo a la guerra de Irak) son impopulares en su país. Sólo que el prestigio de su nombre los neutraliza, porque sus lectores no conciben que una autoridad tan respetada esté en las antípodas de su propia ideología.

Sin duda, estos análisis son muy interesantes, sólo que resulta muy difícil posicionarse ante ellos. ¿Cómo podemos juzgar en la Europa del siglo XXI la honestidad con la que un corresponsal de un país comunista nos narró el despertar de América Latina en los años setenta? En cambio, el razonamiento implícito de Domosławski, insólito en un hombre que parece admirar a Kapuściński a su pesar, sí que va más allá de los juicios de valor o de lo meramente coyuntural: en el fondo, la fama no domesticó al historiador y reportero, sino que con los años éste aprendió del pasado volviéndose más independiente y comprometido. El problema está en que cuanto más se difunde un mensaje, se convierte en un lugar común y se vacía de contenido.

[1]          DOMOSŁAWSKI, Artur: „Kapuściński contra la manipulación”, El País, Madrid, 23 de enero de 2008, http://elpais.com/diario/2008/01/23/opinion/1201042812_850215.html , consultado el 10 de abril de 2011.

[2]              ESPADA, A.: “Solito en la vida”,El Cultural, 5 de marzo de 2010. 

 

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